Son impactantes los comentarios de Diego Fernández de Cevallos
Va con todo a través de la televisión en el programa de Cárdenas Cruz en contra del presidente de México y sus corifeos. No se guarda nada en el morral y me hace reflexionar sobre el vergonzante silencio que guardamos los que tenemos la manera de expresarnos, y que somos leidos por determinada audiencia a través de las redes sociales. Es hombre de una sola pieza y no tiene miedo a lo que le pueda suceder por mandato divino desde Palacio Nacional. Llama mamarracho, discapacitado mental y delincuente al señor Andrés Manuel López obrador. Muy seguido lo reta a un debate en su propia mañanero y del otro lado zacatito para el conejo. A mi me llega a lo más profundo de mi conciencia. Pero yo soy miedoso y de un plumazo me podrían borra si escribo de la manera de Don Diego. Mi cobardía se traduce en el silencio. Lo acepto y lo llevaré como una cruz similar a la del Nazareno que me castrará mis espaldas y cerebro. No les puedo exigir a mis compañeros de radio y televisión, que se avienten a pedradas en contra del régimen de terror político, de salud y económico a que nos tiene sometidos la cuarta transformación Los medios pagan a los periodistas de su nómina y los medios obtienen del mundo oficial sus ganancias y no pueden soltarse a pecho abierto. Diego Fernández de Cevallos es un ejemplo de brillantez y valentía. Son muy pocos los que tienen esa determinación y se expresan a los cuatro vientos sin guardar nada en su ronco pecho. En México es difícil escribir con total libertad. Los que tenemos espacio para lanzar arengas tenemos rienda y muy cortita, por cierto. Son varios los periodistas asesinados en lo que va del año y no queremos formar parte de la estadísticas de defunciones. Cobardes, pero vivitos y coleando, es nuestra filosofía. Dios entenderá mi postura y espero perdone que se arrugue el cuero. No tengo idea de cuanto pueden doler los impactos de bala y para nada quiero saberlo. No soy Javier Valdés para escribir en contra de la delincuencia organizada y prefiero que jamás se me rindan homenajes. A mis 76 años y casi por cumplir setenta y siete, vivo tranquilo en espera del llamado del que me juzgará por mi vida terrenal. Don Diego no tiene miedo o se lo aguanta. Lo admiro profundamente de ahora y siempre y jamás dejaré de seguirlo en sus comentarios. Pepe Cárdenas Cruz también es valeroso al tener como colaborador a quién lanza vitriólicos comentarios en contra del presidente de México. Mi única expresión posible, escribir que deseo con toda mi alma que transcurra el tiempo y nos quite de encima al que actualmente mora en Palacio Nacional. Hasta Mañana. Todas mis columnas en:
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