¿De qué privilegios goza el famoso Noroña?
Pocos mexicanos pueden darse el lujo de haber llegado “al éxito profesional o laboral”, habiendo seguido las reglas proscritas o prohibidas…precisamente las que todo buen padre o buena madre le impidió invocar siquiera a sus hijos, en un formato de “buena crianza”, digamos. Así, el vago de la esquina, el “padrotito corriente” del barrio, el pelado del camión, el vago “gandalla” de la escuela, el tradicional pelado que la hacía de “cadenero” o “viene-viene” en la madrugada a la salida de los antros, el típico “sacaborrachos” de la cantina, el muy común “puntero” o asaltante de Tepito o la Central de Abastos y hasta el clásico “alburero picudo” que conduce taxi y asalta clientes en las madrugadas, tenían un destino de funcionalidad o pleno de “realización”, en esos, sus propios ámbitos de competencia…pero nada más. Las vidas de esos individuos estaban confinadas a ser pletóricas de felicidad solo mientras sus actos estuviesen regulados “por sus propias leyes” … las de la fuerza, las del abuso… las de la calle… las de la barbarie urbana, las de la selva de concreto… y no las de la legalidad formal y estadual. Se dice que eran muy pocos -o por lo menos esa era la regla antes- los sujetos de ese tipo que llegaban con vida o con libertad a la vejez… Y por lo mismo, si algo nos era prohibido siquiera imaginar cuando niños a quienes tuvimos la fortuna de tener una instrucción mínima y una formación familiar en casa, ya sea con familia nuclear tradicional o monoparental, era poder llegar a parecernos a esos individuos a quienes, precisamente por ser dominantes en sus “roles y empleos” y que no se ajustaban a la rigidez de las normas de urbanidad y de convivencia cívica mínimamente establecidas… y que no tenían una abuelita o una mamá que les reprendiera por ser “así como eran”, llegamos a admirar y hasta a idolatrar inconscientemente en la infancia temprana. Sin embargo en el México de nuestros días, nos encontramos con una de las más asombrosas contradicciones: pues resulta que el chamaquito aquel, de nombre Gerardo Fernández Noroña, nacido en la legendaria Unidad Independencia del IMSS de la CDMX y que fue criado en Coacalco, Edomex, bajo la mirada al parecer desinteresada y poco atenta de su abuela, que permitió que -no obstante el muchacho estudió Sociología y supuestamente hizo posgrado en la flamante Universidad Autónoma Metropolitana campus Iztapalapa- se convirtiera en un auténtico ‘patán’ de la política mexicana. ‘Noroña’ o ‘El Compañero Norroña’, como se le ubica a este que es, uno de los personajes más repudiados de la política actualmente, por la población que radica fuera de los límites del área metropolitana de la Ciudad de México… particularmente en el norte del país. Este personaje ha alcanzado uno de los más altos puestos de la representatividad popular en México, gracias a la ‘magia de los procesos narcoelectorales’ y de votantes ignorantes y cegados por el hambre de dádivas: la mismísima Presidencia de la Mesa Directiva del Senado de la República. ‘Aquí a este puesto llegó ahora un plebeyo…y no un noble de sangre azul’, declaró hace unos días… y la frase de por sí, es hilarante y digna de una carcajada muy larga, estruendosa. Muy seguramente han de haber sido nobles Enrique Olivares Santana o Emilio M. González, Alejandro Armienta, Eduardo Ramírez Aguilar, Alejandro Armienta o Mónica Fernández. Ni nobles… mucho menos ‘honorables’… En la política que de por sí, no es una actividad donde haya santidad alguna, lo que menudea es gente ‘dócil y manipulable’ a los fines y dictados del poderoso en turno. Curioso, impensable… inverosímil hasta hace algunos meses, que un sujeto con los antecedentes de trato que ha tenido el hoy senador Gerardo Fernández Noroña hacia sus compañeros de legislaturas anteriores y en el trato en general hacia quienes no piensan como él… y no son militantes de los partidos donde él ha militado o al que ha servido de “alcaloide” (Morena, PT… o PT, Morena, según sea… ¿Qué más da?) … y en el trato hacia las formalidades dictadas por la propia ley, que es la materia de su trabajo como legislador y como ‘Hombre de Estado’ que dice ser, haya sido propuesto por AMLO para la Presidencia de la Mesa Directiva del Senado… o que ese haya sido “el premio de consolación” que haya acordado la ‘presidenta’ electa Claudia Sheinbaum… con el ‘presidento’ López Obrador para el brillante catedrático de la “Metro”. Muy frescas en la memoria, las ocasiones en que se ha referido con humillaciones y misoginia a sus compañeras legisladoras de oposición como Lilly Téllez, en donde la intervención del entonces senador sinaloense –hoy diputado federal- Maro Zamora Gastélum, emocionó a los testigos presenciales incluido el suscrito, cuando durante su intervención, el espigado y ‘bien dado’ legislador norteño, fue suficiente para ‘calmar los ánimos’ de violencia política de género de Fernández Noroña conta la senadora Téllez. Zamora Gastélum materialmente ‘le cantó el tiro’ defendiendo a la sonorense… y a muchos -se insiste- ilusionó la posibilidad de ver a Zamora cruzar de un “derechazo” a Noroña y remitir su voluminoso y gelatinoso trasero hasta alguno de los escaños del inmueble. Cosa que no sucedió, para bien de la armonía y el decoro legislativo. Y también se le recuerda al hoy senador Fernández Noroña, llenándole de ‘babas’ el vaso de agua que le habían servido a un secretario de Estado que comparecía en la Cámara de Diputados y él, en sus afanes protagónicos… para “desacralizar” la imagen de ese secretario… para “desguarurizar” su imagen -según él- en su calidad de diputado federal. Ojalá que no surja alguien más ‘pelado’ que él entre los senadores de oposición de esta legislatura… que se anime en una de esas a “pegarle un tarascazo en las tepalcuanas”… también… para “aterrizarlo en el mundo de los mortales”… digo. Cabe recordar también la ridícula campaña que desplegó Fernández Noroña en 2017, cuando se presentaba en las gasolineras y les pagaba incompleto a los despachadores que le habían servido ya la gasolina, argumentando que “no pagaría el impuesto a la gasolina”. Para tal efecto se escudaba en un intríngulis semántico, diciendo que era ilegal… pero “que no era delito, que no lo podían llevar preso”. Es decir, el hoy oficioso defensor de las formalidades y