En eso se han convertido los muchachos que seguían a las unidades del ejército, la marina y la guardia nacional para reportar a sus jefes los movimientos de estas autoridades dentro de la ciudad.
Ahora andan armados y con intenciones de apoderarse de vehículos, o tratar de secuestrarlos por horas a los ocupantes para obtener beneficios de los familiares.
Nos causaban risa y ahora es pánico lo que generan.
Siguen las unidades que les interesan y apuntan con sus pistolas para que el conductor se detenga.
No hay gane para el ciudadano.
Si bien nos va, nos dejan sin el carro, y en otras ocasiones golpean a los ocupantes delante de sus hijos y esposa.
Ya no nos causan hilaridad esos punteros.
Ahora provocan el odio y los maldecimos cada vez que se nos cruzan.
A eso hemos llegado en Culiacán.
Y hablo de Culiacán, por ser la ciudad donde resido y a la que tengo por cárcel desde hace casi dos meses.
Los funcionarios bien custodiados pueden salir de sus domicilios y oficinas con cierta tranquilidad, sin embargo, andar escoltado es una muestra del miedo que traen por dentro.
Cualquier día y los ciudadanos nos armamos de valor y también con armas de fuego y comenzamos a soltar bala al que pretenda amenazarnos.
Justicia por nuestra propia mano.
A eso nos están obligando los inservibles que se pasean por las calles con torretas armadas y que solo gastan gasolina.
Nunca aparecen donde los necesitan.
Hace años pretendieron apoderarse de mi unidad que se encontraba en un lavadero cercano a casa. Encañonaron al trabajador para que les entregara las llaves y al
no tenerlas en su poder el lava carros se retiraron los delincuentes, a los dos minutos dimos el aviso telefónico a la autoridad y hasta el momento es hora de que no llegan los encargados de atrapar delincuentes.
De ahí la desconfianza ciudadana.
Son muy pocas las personas que tienen buenos comentarios para ese tipo de policías o miembros de las fuerzas armadas.
No se ganan el respeto o han perdido la capacidad de imponerse a las clases delincuenciales.
Es la herencia maldita que nos dejó Andrés Manuel.
Su estúpido slogan de abrazos y no balazos nos tiene a los sinaloenses y sobre todo a los que vivimos en Culiacán con los calzones manchados.
Nadie sale con la seguridad de volver.
Cualquier rato nos toca la de malas y quien sabe cómo nos traten.
Asesinos en motocicletas se han convertido los graciosos punteros de antaño.
Ahora es la muerte sobre ruedas.
Ya van varios casos y los punteros son temidos y odiados.
Hasta mañana.
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