No sé si los grandes son grandes por humildes o si los humildes son humildes por grandes. El tema es, si considerábamos «un grande», ese alguien resultó ser una persona humilde.
La grandeza de una persona… no se mide por el dinero, la belleza o el estudio, sino por la lealtad de su corazón y la humildad de su alma; así catalogamos al amigo y ex gobernador de Sinaloa, Juan S. Millán Lizárraga.
El solo apellido Millán Lizárraga ha estimulado e inspirado a las nuevas generaciones, un político destacado, brillante, de familia y hombre cabal, con virtudes dianoéticas, éste penetraba a través de un discurso político que no solo calaba los huesos y al mismo tiempo ponía al micrófono a sudar, sino que también cimbraba a los partidos políticos, a la llamada clase política, a las organizaciones civiles y sociedad sinaloense. El fenómeno de la extraordinaria precocidad y el de la senectud intelectualmente lozana son muy frecuentes ante la gallardía que con los años Juan S. Millán inspiraba e inspira con su liderazgo tripartito. Tal vez por ello, muy a menudo llegan aquí hombres que reúnen las tres clásicas “C”, Cabeza, Corazón y Carácter. Ese es, a mi juicio, Juan S. Millán Lizárraga.
Millán siempre ha sido un hombre disciplinado dentro del campo de la política, un personaje místico, original y con noble ímpetu, que como gobernante daba respuesta y solución satisfactoria a las angustiosas preguntas mediáticas y problemas, que en su momento agobiaron a Sinaloa, pero con estilo, claro y castizo, que, como político, asesoraba la experiencia de la vida pública, aprendiendo a conocer a sus detractores y sortear las dificultades; y que, como todo un estadista, había que moderar y moldear desde muy de cerca figuras, sucesos y misiones diplomáticas, de carácter de estado.
Millán Lizárraga, considero, encaró las resistencias de la misma derecha y cambió 180 grados la política en Sinaloa, cuyos quilates eran tan valiosos y estimables como la dimensión intelectual y vocación política, que han sido rasgos característicos y definitorios de su personalidad humana.
A sus 79 años de edad, se le ve con músculo, vigoroso, lúcido y con espíritu de lucha, en donde ha sido participe de muchas victorias y pocas derrotas, en virtud de esos incidentes que a veces acompañan a esa llamada –fiesta electoral- que son las oposiciones a cátedras, pues considerarse el amigo fiel acostumbrado decir sobre la solidaridad de los verdaderos amigos tanto dentro de la política, como aquellos que se cuentan con la palma de la mano.
La lengua y el romanticismo que sostuvo como gobernante, legislador y líder, se palpa su entusiasmo, suavizando su espíritu reformador, sigue vigente hoy en día, para bien de la política, sin arrogancias y controversias.
Millán fue y es un hombre viajero, parcero, en algunas oportunidades llevado por misiones diplomáticas y culturales; en otras, que han construido obras que ya son una realidad para nuestra entidad. Sus viajes fueron su complemento de una política mesurada, en donde sus ideas y visión de largo aliento introdujeron una feliz incursión en su vida política, no sin antes introducirlo a los hombres más inminentes de la época contemporánea de Sinaloa.
GOTITAS DE AGUA:
Durante su incursión en la política, Don Juan S. Millán, lo fascinaron las transformaciones, sin pragmatismos y emociones, su misión, sin duda, era forjar su proyecto político, para después delegarlo, y fueron sus palabras y su esfuerzo que mantuvieron los equilibrios y la paz política que todo gobierno necesita. Al Lic. Millán le dejo estas tres pesadas palabras: “el hombre, el político, el amigo”. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes, si Dios no los permite”…
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