Fax del Fax

El tardío arrepentimiento por mis amados padres

Siempre será mi lamento.

Debí ser un gran hijo y el tiempo pasó sin darme cuenta, hasta que Dios los llevó a su reino.

Mi padre, un gran hombre, honesto a carta cabal y con sentido muy elevado de la responsabilidad familiar.

Duro en la conducción del hogar. No la pensaba dos veces para poner orden con sus hijos y de esa manera nos llevó por buen camino.

Bendito seas, padre mío.

Que decir de mi madre:

Mujer dedicada a dar ternura a sus vástagos. La recuerdo y extraño como hundía mi cara infantil sobre su regazo, al tiempo que pronunciaba sus dulces palabras.

Un caramelo mi señora madre.

Pocas veces visito la tumba de mis padres.

Los llevo siempre en el corazón y su recuerdo me produce extraordinarias sensaciones de seguridad, al saber que me esperan donde se encuentran.

Mi madre era devota de la virgen de Guadalupe.

Ofrecía como manda, subir de rodillas la escalinata de la lomita y jamás dejó de cumplir con sus promesas a Dios y a la guadalupana.

En su alma no cabían los malos sentimientos y era una fuente de fortaleza que nos cubría cual armadura para protegernos de todo lo malo.

Nunca les pagué sus sacrificios.

Mi vida fue disipada y a pesar de quererlos tanto, nunca paré para llenarlos de comodidades.

Jamás hubo reclamos.

Me esperaba siempre con mi platillo favorito.

Decía que sabía cuándo estaríamos a su lado, a pesar de no avisarle de nuestra llegada.

Intuitiva a más no poder.

Leía en nuestro rostro las angustias y nos abrazaba como si aún fuéramos sus pequeños críos.

Bendito sea mi padre, no compraba sus prendas para que yo fuera a la universidad con mi pantalón y camisa, humildes, pero trapos limpios.

Nuestro desayuno jamás faltó en casa.

No tengo idea de cómo se las ingeniaba nuestra madre para que le rindieran los pocos pesos que mi padre llevaba a casa para el gasto.

A veces pienso que ellos se quedaban sin comer para que nosotros lo hiciéramos.

Me duele pensar eso, pero cada vez lo tomo más en serio que así sucedía y nuestro entendimiento no daba para comprenderlo.

Benditos sean mis padres.

Los quiero más en estos tiempos.

Sus cuerpos están sepultados, pero su recuerdo jamás se borrará de mi mente.

Cuídalos, señor Jesucristo.

No falta mucho para que Tú decidas si me tienes a tu lado y me unes a esos que fueron la luz que guió mi niñez y juventud.

Benditos sean Don Antíoco y Doña Luz.

Sigo teniendo su protección desde los cielos.

Hasta mañana.

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J. Humberto Cossío R.

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