La mejor síntesis de la praxis del periodismo, la ofrece un texto en español, escrito en los albores del siglo 20 por el inmenso Miguel de Unamuno, en su ensayo ‘Verdad y vida‘: “…Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino que es preciso, además, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo”.
Cuando se tiene solo una idea parcial o cuando no se ha confirmado la hipótesis previa sobre un hecho, no es posible encontrar la verdad ni hacer periodismo.
Esto es un axioma para consumo personal. No debo ni podría, exigirlo a los demás.
La mejor forma de seguir el axioma y de llevarlo a la vida práctica es siguiendo una filosofía también muy personal que adopté despúes de antes de asumir una tragedia, poco antes de adoptar el periodismo como oficio: “Considerado con los demás… exigente sólo con uno mismo”.
Desde que asumí este principio, soy más feliz y menos errático en mis planes. No espero nada de nadie… sólo de mí. Nadie va a hacer por mí, lo que yo deseo o necesito… sólo yo.
En eso consiste también quizá la búsqueda de la verdad en el periodismo.
Es un ejercicio personalísimo. En el que se vale errar, por cuanto la naturaleza humana del oficio; por lo que también se necesita la acción de rectificar… de reconocer. Es totalmente válida.
No se aspira en el oficio periodístico tampoco al heroísmo o al martirio, con profesionales capaces de llegar al sacrificio personal por mantenerse fieles a sus convicciones. Por lo menos no se debe, por fidelidad a la verdad, que es el objeto de la función social de un periodista… pero que lo es también de otros oficios igualmente importantes, como el del político.
El mundo ha comprado absurda y peligrosamente, aquel mal interpretado -como anacrónico- principio de “coherencia”, mediante el cual se prohijan actitudes soberbias de periodistas y políticos fundamentalistas: “Las personas que viven de acuerdo con sus ideas, no cambian de opinión y mantienen sus principios inmutables”… Estos, según se desprende del anquilosado principio, tienen más opciones, a los ojos de los demás, para ser líderes carismáticos…”; lo cual , hoy más que nunca, debiera ser desechado, por disfuncional e inservible.
Nadie desearía en el fondo ser incinerado en la pira de los mártires ni morir como un héroe en la plenitud de su vida, por el solo hecho de negarse con soberbia a admitir que el conocimiento, como el mundo, son totalmente variables, cambiantes y conforme evoluciona más la sociedad… este cambio es más vertiginoso y rápido, además de traumático. Ni tampoco sostenerse en una idea, por un honor más parecido a la soberbia y al amor propio, le hace bien al mundo ni contribuye al heroísmo de nadie.
Porque por seguir esa malentendida “coherencia”, la vida de un pseudomártir podría languidecer, frente a los cientos de miles de muertos de la población, en una… pandemia -por ejemplo-, gracias a la actitud soberbia de “no rectificar” sus decisiones un político o una autoridad cualquiera, al frente de un Gobierno.
Un político, al igual que un periodista, debe aprender a rectificar sus propias ideas, así como lo sugirió alguna vez el gran filósofo del sistema político mexicano del siglo XX, Don Jesús Reyes Heroles, ” …aunque el cambio sea comparable con cambiarle las ruedas a un ferrocarril en movimiento”.
Hoy -por ejemplo- el suscrito, debe reconvenir la idea que tenía e hizo pública, de que el arribo de Ulises Bravo, hermano del Gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, a la dirigencia del partido Morena en el estado de Morelos, correspondió a una circunstancia estrictamente vinculada con el nepotismo y la consanguinidad, tal como pudiera interpretarse en la cabeza de una nota firmada por este, el pasado fin de semana: “Morena queda en familia en Morelos…”.
Y lo hago no precisamente por congraciarme con Cuauhtémoc Blanco, de quien nunca he sido fiel seguidor ni siquiera en su época de deportista de alto rendimiento, dada mi condición “antiamericanista” y de que además, considero, que su única aportación a la selección nacional en aquel memorable mundial de Francia 98, fue la famosa “Cuauhtemiña” que, como a juicio de los críticos franceses de aquel año, no pasó de ser un ‘desplante artístico’, pero inútil para conseguir goles y triunfos.
Hoy, como político quizá ha madurado y ha dejado de ser el ‘crack soberbio’ que no podía perder ni ante la decisión ya marcada de los árbitros… también una forma muy plástica de la manifestación de la soberbia en la vida diaria contemporánea.
Como gobernador, Blanco Bravo, ha llevado además a la toma de sus decisiones, el espíritu competitivo de su formación como futbolista desde niño, lo cual le ha redituado abundantes triunfos y aciertos.
Y en un enfrascado “pleito político” sostenido con otro gran valor de la política local, de filiación morenista, como Rabindranath Salazar, el gobernador ha sabido imponerse en por lo menos dos de las últimas “careadas” que ha sostenido con quien es ahora, el Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de la República: le ganó en la consulta de hace algunas semanas obteniendo mayor número de delegados al III Congreso Nacional de Morena, a celebrarse en próximas fechas y le acaba de ganar también, este fin de semana, la contienda interna para la dirigencia estatal de Morena, en la figura de su medio hermano, Ulises Bravo, como candidato ganador.
Bravo se impuso a Ambrosio Gachuz, (cuadro vinculado al eterno oponente ‘interno’ de Blanco Bravo, el morenista Rabindranath Salazar), reconoció el triunfo de su adversario, aunque se espera que el resultado sea recurrido ante la justicia electoral local.
Pero hay que destacar que ciertamente, como en cualquier estado de la República y como es lógico suponer, todo gobernador tiene intereses qué cuidar, no obstante, el suscrito pudo comprobar este lunes, por testimoniales, vídeos y por la convicción propia de haber palpado personalmente el ambiente en ese central estado, la victoria de Ulises Bravo, en la contienda por la dirigencia estatal de Morena, fue un triunfo legítimamente alcanzado y contó mucho, cierto liderazgo que posee el aún poco conocido medio hermano de Cuauhtémoc Blanco, quien es un joven sensible a los problemas de la gente, con sueños y proyectos, igual que cualquier joven de su edad y que, en un descuido, posee más claridad del quehacer político que el propio Cuauhtémoc.
El ahora dirigente estatal del partido de Andrés Manuel López Obrador se impuso con 25 votos contra 24 que obtuvo el diputado federal José Guadalupe Ambrosio Gachuz, candidato que era apoyado por el equipo político del exsubsecretario federal de Gobernación y ahora Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de la República, Rabindranath Salazar Solorio.
Hizo valer Ulises Bravo, con una defensa impacable en lo jurídico y en lo ético, su victoria por un solo voto de diferencia, dado que uno de los consejeros que votaron a favor de Gachuz, su oponente, lo habría desde la cárcel, estando suspendidos sus derechos políticos y civiles, por el probable delito de portación de arma de fuego reservada al Ejército y la Fuerza Aérea.
Como se ve, en política, como en la vida… no todo lo que parece es. De ahí la importancia de la rectificación de un juicio emitido cuando sea impreciso o ausente de veracidad.
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