Sobre el Camino

No es fácil hoy en día ser político

El 22 de junio pasado celebramos el Día del Politólogo, pero casi nadie lo festeja por obvias razones: a mi criterio, la política es una actividad en desprestigio y una ciencia joven que no logra convencer (entre estadística descriptiva y filosofía política), ni cambiar a la clase política a pesar del esfuerzo de los profesionales en el trabajo político.

En política existe una crisis de los partidos que lleva a la apatía política y la despolitización y hasta ha hecho prosperar a actores y partidos supuestamente anti-políticos que empiezan a capturar mayor atención de los electores que los políticos tradicionales.

En resumidas cuentas, mientras los politólogos defensores del dato duro (Ciencia de Datos) confrontan otras escuelas de pensamiento político más orientado a lo reflexivo como filosófico; ellos discuten métodos, medios, fines y trabajo empírico de la política; entre tantos temas de la ciencia política, pero sin llegar a verdades universales. En la cotidianidad la ciencia como su práctica se niega a sí misma, con los pavorosos ejemplos de líderes y partidos políticos.

En nuestros días creo que no es tanto estudiar la “calidad de la democracia” ni el método de la Ciencia Política -como dirían los expertos-, sino enfatizar el grave problema de la calidad e integridad de los políticos, que es una pandemia en los gobiernos.

Los politólogos, quienes nos encontramos en esa encrucijada en nuestro desempeño profesional, hemos sido afectados por los desalentadores y vergonzosos desempeños de nuestros políticos en la esfera nacional, no digamos local.

Esta crisis nos afecta y nos deja al margen de una consultoría profesional, que busca en el mejor de los casos, que los políticos rindan frutos a sus electores. Ellos sólo buscan intereses económicos, al margen de la ley aunado a un pragmatismo que aborrezco.

Es más, los grandes pensadores como el humanista cristiano Tomás Moro en su utopía a favor del estado justo y Nicolás Maquiavelo con su práctica del egoísmo universal; estarían asombrados de los disparates que se dicen y que se hacen, en el laberinto e involución en que han caído los políticos y su política. Los politólogos somos profesionales del pensamiento político y podríamos contribuir en mucho a ese abismo y desdén de la práctica política.

Si Platón decía, que un gobernante en la República debería ser un verdadero filósofo porque conoce de justicia y demás valores, no entiendo porque es difícil trasmitir este precepto a nuestros políticos desde la profesión política.

El descrédito que vivimos en la profesión política como de la práctica política, se han desbordado. El dirigente nacional del PRI es el mejor ejemplo para desaprender el oficio político. Sus grabaciones es la punta del iceberg en Campeche, su gestión como gobernador dejó obras y hospitales inconclusos, recursos públicos a campañas políticas continuas del PRI dirigido por su primo, orgulloso del padrinazgo salinista; sus asesorías millonarias del ITAM, la secrecía y opacidad su norma, las buenas pachangas para sus amigos, el infierno para sus detractores.

Ese seudo líder del discurso a gritos y sin contenido, ese gobernador de maquetas, cuidadoso de su cutis y que promueve la huelga legislativa como armar a las familias, no debe continuar. Me entristece que la cúpula de ese partido en Sinaloa lo defienda, gente que creía profesional, pero ahora entiendo también mezquina.

GOTITAS DE AGUA: 

 

Cambiar el pensamiento de la clase política es un mega reto para los profesionales en esta disciplina. Hacer que la izquierda logre encauzar a las minorías empresarias poderosas a su proyecto de transformación, o dejar su chauvinismo exagerado, es una tarea. Así también, lograr que la derecha conservadora deje su pensamiento medieval de privilegios, selectivo y logre tener un pensamiento menos egoísta, más tolerante con los que menos tienen o los LGBTIQ+ es otra tarea del pensamiento político.

La función politológica es coadyuvar a que los políticos entiendan lo que es y lo que implica la supremacía de la ley en su actuar, esto es, la “legum servi sumus” ciceroniana y no contribuir al “panem et circenses” de los romanos. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

 

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/sobre-el-camino/.

 

Benjamín Bojórquez Olea

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