La sopa de aleta de atún y los callos de hacha que mi casi hermano Guadalupe Davison me manda desde Los Mochis.
La machaca de los Fierro de allá mismo.
El chilorio de Lindo de Mocorito y el chorizo de Culiacán, que en vida del inolvidable Daniel Portillo Reynaga me recomendó y hasta la fecha no cambiamos por ningún otro.
Claro que soy tragón.
Pero muy selectivo y así seguiré hasta que mi Dios se encargue de cortar la racha.
Ayer asistimos al MAR & SEA.
Es de lo mejor en mariscos que nos brinda la capital sinaloense.
No hay fallas.
La casa de los Loaiza maneja el chilorio de Lindo de Mocorito y el chorizo que en casa consumimos.
Las calabazas capeadas son mis favoritas.
Sin faltar los frijoles refritos y el sabroso café.
Escribiendo y pensando en el MAR & SEA.
No seré injusto.
El grupo de mis cafeteros tenemos como base el Panamá que esta frente a Palacio de gobierno.
Todos tienen negocio por esas oficinas y quedan a la mano.
Son muy variados en sus desayunos.
Y es todo.
Lo digo y lo sostengo:
Son y seré siempre un tragón de las delicias que me pongan por enfrente.
Por las noches sueño con los postres del MAR & SEA.
Nuestra vida es única e irrepetible y los frenos los dejamos para los carros.
La representación de la última cena nos muestra a Jesús con sus apóstoles bebiendo y con las mejores viandas de su tiempo.
Comer y beber son placeres de las divinidades.
A mis ochenta años rindo culto a la buena mesa.
Nada de culpa siento.
Soy seguidor del Nazareno y sus discípulos.
Con las delicias, hasta que la muerte nos separe.
Recomiendo al MAR & SEA.
Se come, se bebe y se paga.
Todo muy sabroso.
Vale la pena visitarlo.
Con buen apetito, por supuesto.
Hasta mañana.
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