El poderío innegable que produce ser el número uno del narcotráfico en Sinaloa, o quizá en todo México, o en el mundo entero, hace que se orinen en los calzones por la emoción algunos que conozco.
Los escucho sin participar en sus desvaríos y siento pena por sus pobres valores espirituales.
Me remonto al pasado de mi niñez y juventud y me encuentro venerando a maestros de primaria como mi adorada Tulita.
Creo que su nombre era Gertrudis Valenzuela. Era considerada como una institución en la escuela Eustaquio Buelna, conocida también como la escuela ocho.
Jamás la olvidaré y la llevo en mi corazón.
Rodolfo Monjaraz Buelna y el Compa Valenzuela que le dieron brillo a la cátedra de la facultad de derecho.
Paquita Núñez en la secundaria que se preocupaba más de nosotros que de ella misma.
Mi admirado Antonio Serrano, eterno Director de la escuela Álvaro Obregón y maestro en la preparatoria de Geografía.
Por ellos, en su recuerdo, se me cae la baba.
No soy seguidor del narco.
No me impresionan en lo que hacen.
Es posible, o mejor dicho, tengo la seguridad que la educación que me dieron mis padres en casa y los maestros en el aula, impiden que en mi mente se forjen héroes como el señor Zambada o el Chapo Guzmán.
Vivo muy tranquilo en mi modesta situación económica.
Me ajusto a mi presupuesto y a mi familia la educo de la mejor manera posible.
A los grandes capos mexicanos los conozco debido a los inmensos espacios que ocupan en los medios de comunicación.
El Mayo Zambada es lo más reciente. Parece que hay mucho temor entre los políticos de la cuarta transformación, por lo que pueda declarar en calidad de testigo protegido si se acoge a ese derecho en los Estados Unidos.
Leo y escucho sobre el narcotráfico y sus principales exponentes.
Vivo en un mundo noticioso.
No puedo encerrarme en una esfera de los buenos y no conocer nada de los que se consideran malos ciudadanos.
Pero no los admiro y tampoco se me cae la baba por sus hazañas.
Así que:
A mis padres los sigo recordando con profundo cariño y mi admiración por aquellos maestros sigue creciendo con el tiempo.
Me siento muy satisfecho con mis valores.
Me entero de lo sucedido al Mayo Zambada.
No le deseo ningún mal.
Pero no lo admiro y tampoco se me cae la baba cuando pronuncio su nombre.
Hasta mañana.
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