O seis pies abajo como dice una canción.
Quise saber el origen y motivo de esta costumbre y encontré que se remonta al año de 1665 en Inglaterra.
Una plaga o epidemia les llegó por esas tierras y para que no se provocaran más contagios, se ordenó que los cadáveres fueran sepultados a esa profundidad y con la advertencia que no fueran exhumados hasta pasado un año.
Muchos miles de muertos y poco avance de la medicina por aquellos años para detener los brotes.
En México, en tiempos de la cuarta transformación, el Dr. Muerte como se le llama al Dr. Hugo López Gatell, le puso más de un millón de rayitas a su pistola, a pesar de los avances científicos de prevención que no fueron tomados en cuenta por este asesino de la medicina.
En nuestra época ya no es tan necesario que los cadáveres sean sepultados a esa profundidad y tampoco es obligación que se exhumen pasado un año del entierro.
Las técnicas modernas de embalsamiento impiden que los cadáveres puedan seguir infectando si son sacados de la tumba.
Los chirrines tocan muy seguido seis pies abajo en los lugares que son concurridos para decir salud con la bebida de las preferencias.
“Preferible estar seis pies abajo, que saber que me estás engañando” es una de las estrofas que a todo pulmón se avientan los acordeoneros que invaden los sacrosantos lugares del buen comer y mejor beber.
Me llegó la curiosidad por saber el dos metros bajo tierra.
Si algún día muere un presidente que piensa que es inmortal, sugeriría que su cuerpo fuera enterrado por lo menos a un kilómetro de profundidad para que no siguiera infectando a los mexicanos con sus perversidades.
No le deseo la muerte.
Pero puedo dar mi opinión sobre la profundidad del pozo y con ataúd de titanio sellado para que no regrese.
No soy grosero y por eso no les pido que lo manden a “La Chingada”
Que lo entierren profundo para que no contamine, es mi respetuoso deseo.
Dios determinará el tiempo que le permita al señor presidente que nos acompañe en estas tierras hermosas.
Todo lo que expreso, es para que de manera natural, abandone el país y se vaya al viaje sin retorno.
Seis pies abajo.
Año de 1665 en la lejana Inglaterra.
De Europa nos llegó esa tradición y hasta la fecha seguimos sepultando a la profundidad de dos metros.
Algún día pagará sus culpas el Dr. Muerte.
Dicen que nadie se marcha sin pagar sus deudas.
López Gatell el favorito de Andrés Manuel.
Más de un millón de cráneos se aventaron este par.
Dios lo habrá de juzgar.
Les hago saber a mis amigos y lectores que tomaré unos días de vacaciones.
Nos vemos el próximo martes.
Afectuoso abrazo para todos.
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