El hijo de Filiberto y la UAS

Aunque los hechos ocurrieron hace ya muchos años, en mi mente siguen celosamente resguardados por mi leal ejército de neuronas.

Todo sigue en mi mente, como si apenas hubiesen ocurrido el día de ayer.

Se trata de una breve historia de mi vida que hoy habré de narrar a mis escasos, pero fieles lectores.

Los días y los años 80s estaban escurriendo de nuestras existencias, por lo que aquella década preparaba ya sus maletas para emprender el gran viaje sin retorno.

Estaba pues por concluir la ruta de aquellos años, dejando entre la humanidad sabores y sinsabores en su mágica travesía por nuestra vida terrenal.

Se aproximaba la muerte de una década, para dar la bienvenida a la siguiente.

Entregaría el señor tiempo la estafeta de la década ochentera a la naciente Noventera, misma que por cierto, sería a la vez, la última del siglo 20.

Mes de agosto de 1987 sería la fecha de la historia prometida a mis lectores al inicio de este escrito.

La hora exacta escapa a mi memoria, aunque lo cierto es que el caluroso día de aquel lluvioso verano, había cedido su luz, para dar paso a la oscura noche.

Mi oficio, el cual sigue siendo el mismo, era en aquella fecha, el de reportero en mi entonces casa editora, El Diario de Sinaloa en su sección dedicada a la región del Évora.

Editor responsable, reportero, fotógrafo, cobrador y vendedor del periódico, era parte de mis múltiples labores dentro del periódico.

Y en esa noche del mes y año ya referidos, estando de guardia en las oficinas del matutino, sonó el teléfono.

El tradicional BUENO, se dejó sentir desde mi ronco pecho, luego de levantar el auricular del hoy desaparecido aparato de comunicación.

¿Eres tu Armando?, pregunta una voz masculina desde el desconocido punto de llamada.

Sí señor, a la orden respondí, sin mayores preámbulos.

¿No me conoces? , fue la siguiente pregunta del interlocutor.

“La verdad me parece conocida tu voz, pero no te completo” le dije.

¿A chingados, tan luego de olvidas de los amigos, o de plano no tienes ganas de reconocerme?, fue la tercera pregunta del sujeto de marras.

Ya un poco fastidiado por el jueguito, le respondí; “Claro que tengo ganas amigo, y la verdad tengo muchas ganas”.

“Ganas de irme a cenar, ganas de irme a dormir, y muchas ganas de mandarte a la chingada si no me dices pronto quien eres.

Creo que mi respuesta lo hizo reflexionar, ya que de inmediato y en tono aclaratorio y amistoso me dijo; “Soy Filiberto el que te arregla el sonido de los carritos para la venta de los periódicos.

Aclarado la identidad del individuo, quise de inmediato saber el motivo de la llamada.

¿Y que se te ofrece Fili? Trate de indagar en el acto.

“Pues ocupo que me hagas un gran favor”, respondió de manera rápida.

“Si no es dinero, lo que este en mis manos mi estimado Filiberto”, lo ataje, pensando en la probabilidad que el favor viniera con olor bursátil.

Y aunque no era dinero, lo que buscaba, su respuesta aclaratoria me provoco muy poco agrado.

“Se trata, dijo, de mi hijo Remedios… Lo agarro hace rato la Policía Judicial de Angostura… Le están poniendo una chinga… No me dejaron verlo, pero pude escuchar los pujidos del plebe con cada chingadazo que le están dando”, relato de manera atropellada el afligido hombre.

Yo no soy Abogado Fili, búscate un abogado, le recomendé.

Si Amigo, eso voy hacer, pero yo lo que quiero que me hagas es el favor de ir a la Partida de la Judicial, y le pidas al Comandante que no lo sigan golpeando.

Debo aceptar que, aunque desconocía el delito cometido por el muchacho, el reclamo y lamento del padre me conmovió y me doblo.

Está bien, salgo para Angostura, a ver que se puede hacer, le dije a manera de despedida.

Media hora más tarde, me encontraba yo, ante la puerta del edificio en que operaba la entonces comandancia de la Policía Judicial.

Conocido de todos por el constante recorrido por esas instancias policiacas en busca de la nota del día, fui anunciado y recibido de inmediato por el Comandante.

¿Qué haces reporteando a estas horas mi amigo?, me pregunto el jefe policiaco.

Pues aquí ando respondí, buscando novedades para la nota roja.

“Ay cabron que buenos contactos tienes…Que luego te enteraste de la captura del asaltante, respondió con una leve sonrisa el policía.

¿Aquí lo tienes comandante? Respondí, tratando de insinuar que ya sabía de esa detención, y dando por hecho que era el hijo de Filiberto.

“Si, ahí lo tienen los plebes… Venía muy alterado y le están dando un masaje para tranquilizarlo y calmarle el estrés”, comento entre risas.

Enseguida, me informo que el detenido era parte de un grupo de asaltantes que operaban desde hace varios meses en las carreteras de la región.

Pero hoy se les acabo la buena suerte, agrego el jefe de la Judicial, porque, hace rato, portando pistolas y un rifle de alto poder le salieron al paso a una camioneta, tratando de despojar al chofer de carro y dinero.

El problema para los asaltantes, agrego, fue que su víctima del día resulto ser el Director de la Policía municipal, quien al verse amenazado acelero su camioneta para embestir a uno de los individuos, logrando finalmente su arresto.

¿Podría verlo un momento comandante?.

¿Es tu amigo? Quiso saber el jefe policial.

La verdad No… A quien conozco es a su Padre y fue quien me pidió viniera a ver de qué se trata el arresto.

Acto seguido el Comandante me pidió que lo siguiera y ordeno a una par de agentes que se retiraran de la celda, en donde hecho un guiñapo estaba el presunto asaltante.

Los policías me dejaron solo con el individuo, quien al verme me reconoció y con ojos brillosos y mostrando su ingenuidad e ignorancia me interrogo.

¿Vienes por mí?.

Mis palabras fueron claras y contundentes; “No creo que vuelvas a tu casa en corto tiempo amigo…Es muy grave lo que hiciste y vas a pagar con cárcel por varios años”.

Pero, la respuesta del asaltante me sorprendió, cuando me dijo; “Yo puedo salir pronto en libertad, porque soy víctima de los policías que me apresaron”.

¿O sea que tú eres la victima?… dije con un dejo de asombro.

Si, insistió el apresado, al tiempo de agregar en tono firme y seguro.

“Voy a demandar por intento de homicidio al Comandante de la Policía municipal que me detuvo”.

“Oye, pero el que lo amenazaste con el rifle, para robarle fuiste tú” .
Luego el tipo me presenta sus argumentos defensivo; “Si, pero él me echó el carro encima con intenciones de atropellarme y matarme”, expresó… Sin palabras, salí despacito del lugar.

LA MOTAFORA COMO SIEMPRE ASOMA AL ESCENARIO.

El Consejo Universitario de la UAS, acordó interponer denuncia penal en contra de la Auditora Superior del Estado Ema Guadalupe Félix, a quien acusan de abuso de autoridad.

El delito que los consejeros universitarios le achacan a la Auditora, es tratar de auditar sus recursos, violentando dicen, la autonomía de esa casa de estudios.

El Consejo Universitario aprobó igualmente presentar demandas penales en contra de los Diputados de la 64 Legislatura Feliciano Castro Melendres, Ricardo Madrid Pérez y Sergio Mario Arredondo.

Los consejeros buscan demandar por la vía penal a los Diputados por haber promovido y aprobado leyes constitucionales en aras de cometer ilegalidades en contra de la Universidad.

Los pretenden demandar también por actos de persecución política en contra de casa de estudios.

ACLARANDO PUNTOS.- El origen del conflicto de la UAS, con la ASE y los tres DIPUTADOS, se encuentra en la acusación penal que pesa sobre altas autoridades de la llamada Casa Rosalina por el delito del desvío de millonarios recursos públicos en que presuntamente habrían incurrido.

Por alguna razón, la amenaza de las demandas penales en contra de los tres Diputados y la Auditora Superior del Estado, me recordaron aquella mal fundamentada y desesperada demanda penal por intento de homicidio que planteaba el hijo del viejo Filiberto.
Quería el hijo de “El Fili” demandar al jefe policiaco por haberle echado el carro encima cuando aquella negra noche, le salió al paso queriéndolo asaltar… Nos veremos enseguidita.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/punta-de-lanza/.

 

Armando Ojeda
Armando Ojeda

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