Las alarmas amarillas pasaron a rojas porque el chaquetas acosador se convirtió en un lastre para Morena.
La propia Imelda Castro anda enyerbada y cuestiona duramente que su compañero de fórmula para el Senado, Enrique Inzunza Cázarez, es puro restar y dividir.
Por eso le hace el fuchi en lo interno, mientras en público tiene que guardarse sus guácalas y fingir que van como uña y mugre.
Los repudios contra el consentido de Rubén Rocha Moya son cada vez más evidentes, dentro y fuera de Morena.
Nada le sale bien a Enrique Inzunza, y hasta en sus fotos grita que “sí soy, amá”.
La campaña morenista rumbo a la cámara alta es un desastre desde que comenzó.
Eventos desolados, a pesar de los muchos miles de pesos gastados en acarreos.
Por eso cambiaron luego a un proselitismo casi privado, con estricto control de los asistentes.
Pagan 500 pesos por acarreado, con lana extra para quienes destaquen en los aplausos y las porras.
Doña Imelda anda más agüitada que una chola sin grabadora.
Reclama con mucha razón que con este tipo de amigos para qué quiere enemigos.
Un grupo de morenistas anunció ayer públicamente su repudio contra los candidatos de su partido, y se comprometieron a votar por el abanderado petista Jesús Estrada Ferreiro.
Aseguran que hay muchos otros en la misma sintonía, pero calladitos.
Consecuencias de una de las peores burlas del narco gobernador Rubén Rocha.
Esa necedad de imponer como candidato a un acosador sexual con denuncia penal.
Falta ver hasta dónde pagarán por estas soberbias y complicidades.
Mientras tanto, la preocupación es simular que todo va de maravilla.
Seguir gastando dinero a lo bruto, y presumir que se ama enloquecidamente al chaquetas.
LA FALSA INVESTIGACIÓN DE RATERÍAS ESTATALES
Han pasado meses que se demostró que numerosas licitaciones “públicas” en el gobierno de Sinaloa son actos descarados de corrupción.
Empresas propias y prestanombres que siempre ganan los contratos.
Cada vez que se documentan estas ilegalidades, el gobernador promete que se van a investigar.
Si existen tráficos de influencias, anuncia una y otra vez, procederán con las correcciones.
Pero nada, pescadito.
Don Rubén sabe muy bien que sus hijos y algunos de sus funcionarios roban con enorme descaro, y prefiere ser cómplice.
Es el gobierno de los moches, con un Rocha Moya súper cínico que no se cansa de presumir que es ejemplo de honestidad.
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