A estas alturas de la campaña, para el Frente Amplio opositor ya no es conveniente combatir a Morena con análisis técnicos ni jurídicos de profundidad, porque mucho antes de lo previsto, esta vez en México el fenómeno de la polarización política ha permeado a grado tal que ya están definidos los “techos de votación” de cada segmento poblacional en que se divide el universo de electores, previsto para la jornada electoral del próximo mes de junio.
Ciertamente López Obrador cuenta con un 62% de aprobación ciudadana (como persona, como individuo), pero la preferencia electoral oscila en un 42%… contra un 38% del Frente Opositor, integrado por gente que “no lo quiere”. El otro 20% -en promedio- está confinado en el análisis para ese misterioso y determinante sector poblacional denominado los “switchers”, que teóricamente es la gente que apoyó en el pasado a la causa de López Obrador… que simpatiza inclusive con su persona, pero que no está de acuerdo o ha sido afectada por sus políticas y que inminentemente “cambiaría o cambiará” el sentido de su voto en junio, en favor del Frente “Fuerza y Corazón Por México”, encabezado por Xóchitl Gálvez Ruíz.
En eso coinciden la mayoría de los análisis más recientes y serios. Uno de ellos el que se desprende del libro del analista Gabriel González-Molina titulado “Switchers (S2), el segmento de la orfandad”, que sostiene en términos generales que esos “switchers” o votantes indecisos, podrían definir la elección a favor de la alianza opositora PAN-PRI-PRD… y no a favor de la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum.
Ciertamente ya no es tiempo de convencer a nadie… es tiempo de fortalecer, con los discursos y la comunicación de Xóchitl Gálvez en la llamada “mass-media”, los posicionamientos y propuestas del frente opositor.
Y eso, es relativamente sencillo… hay que dirigirse a la población con mensajes o discursos tendientes a resaltar las motivaciones personales, las desviaciones ideológicas y hasta la magnitud del daño que en términos plausibles, asequibles al lenguaje popular, causarán a la economía y a la gobernanza nacionales, las políticas públicas impulsadas por Morena.
Para muestra este nuevo “botón”: Las 20 reformas constitucionales que propone López Obrador.
La tarde de este lunes 5 de febrero, el presidente lanzó por fin su ataque mediático tan largamente anunciado… y tan pobremente cumplimentado, con 20 supuestas reformas de largo aliento de las cuales solo destacan, como parte de un “terrorismo” revanchista de la izquierda contra el “neoliberalismo”, las supuestamente orientadas a revertir las últimas reformas en materia de pensiones para trabajadores, impulsadas en los sexenios de Ernesto Zedillo (1997) y Felipe Calderón (2007), que habrían propiciado que los trabajadores se jubilen con una suma inferior al 100% de su último salario (lo que fue algo muy impopular… aunque es materialmente inevitable)… también las reformas tendientes a someter la elección de jueces y ministros del Poder Judicial al voto popular… así como eliminar todas las dependencias y organismos onerosos y elitistas autónomos.
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Las demás tienen que ver con temas recurrentes y de propaganda política a favor de su candidata Claudia Sheinbaum, como por ejemplo, reiterar que se garanticen las “becas a estudiantes de familias pobres en todos los niveles de escolaridad”; que se “ reconozca a los pueblos indígenas y afromexicanos como sujetos de derecho público”; que “haya atención médica universal gratuita” (como no la hubo evidentemente en el actual sexenio); prohibir el fracking de las empresas mineras y petroleras en territorio nacional; prohibir el maltrato animal… el uso de “vapeadores”… la mayoría temas distractores y sin la mayor trascendencia.
Los temas verdaderamente importantes, afortunadamente, como los dos señalados líneas atrás, focalizados en atacar la división de poderes, la responsabilidad como la disciplina financiera y la racionalidad en el gasto… e indudablemente que amenazan la existencia de contrapesos en la acción gubernamental, como los hay en todos los gobiernos modernos del mundo, con organismos reguladores, esos, afortunadamente serán resguardados tanto por la fracción opositora en el Congreso de la Unión y por los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación pues, al tsunami morenista, remanente de aquel 2018, no le alcanza la fuerza para construir una mayoría calificada.
Fue López Obrador al recinto legislativo ubicado al interior de Palacio Nacional, a dar ayer por la tarde su anuncio de las referidas iniciativas de reforma electoral, imbuido quizá del espíritu “juarista” que dice poseer y defender.
Muy sublime motivación sin duda.
Pero también muy ‘adhoc’ el tabasqueño, al espíritu de Antonio López de Santa Anna que por supuesto…. Indiscutiblemente también posee.
Porque desde ahí, desde ese recinto ya en desuso desde donde se pronunció el “tlatoani de Macuspana”, no solo se llevaban a cabo las sesiones del Senado durante el día, con las consecuentes y formidables discusiones de “liberales” contra conservadores” y atención -de “federalistas” contra “centralistas”- acordaron firmar de día el tratado Mc Lane-Ocampo; también de noche, en ese mismo recinto, Juárez, Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto, “El Nigromante” y muchos otros liberales de la época sostenían sus “tenidas masónicas”, en aquel lejano y embrionario país, lleno de necesidades, de hambruna, de epidemias, de guerras y amenazas.
En ese mismo recinto, también un general de nombre Antonio López de Santa Anna, un criollo, ciertamente muy valiente y temido por los texanos, decidió imponer absurdos fiscales como gravamen a las ventanas de las casas particulares… Y la mismísima firma del tratado Guadalupe-Hidalgo, que cedió por 15 millones de pesos gran parte de nuestro territorio a los Estados Unidos.
Se debe establecer con claridad a la población mexicana, que este gobierno de pseudo izquierda, de federalista y de liberal no tiene absolutamente nada. Y no es un engaño en el que hemos caído… es una incapacidad del Gobierno y de su líder Andrés Manuel López, para establecer con claridad su propio rumbo como gobernante.
Recordemos que las constituciones tanto de Cádiz de 1812, como de Apatzingán, de 1824, como la liberal de 1857… sin excepción son resultado ciertamente de movimientos disruptivos insertos en la historia contemporánea del mundo… de orientación liberal, pero en sus orígenes y su trasfondo, dominados por una realidad que vivía nuestro país, en aquel tiempo, en ciernes, en proceso de estructuración… sus preceptos eran influenciados por la corriente “centralista”.
Fue la Constitución de 1917, la que surge precisamente en un afán por llevar a las diferentes regiones del país, los atributos de igualdad, equidad y oportunidad de la ley a todos los ciudadanos sin excepción… no solo a los de la capital de la República ni a los de la aristocracia.
México era un país de caciques locales –peor que hoy- por eso el espíritu federalista –descentralizador- que pretendía ya modernizar la vida nacional, con instituciones que fueran hasta los ciudadanos brindando servicios y planes de acción concretos, para salvaguardar lo que entonces embrionariamente se dio en llamar garantías del pacto social y que con el tiempo se convertirían en lo que hoy se llaman “Derechos Humanos de las Personas”.
Así surge por vez primera, algo que se llamó desde entonces el «Ministerio Público” por ejemplo, al que también se le reconoce como la “Representación Social”, es decir, de la población en casos de presencia de delitos y situaciones que agravian sus garantías y que, estuvo resguardado bajo la figura de un Procurador General de Justicia, figura que nunca debió haberse prostituido bajo el señuelo de la autonomía…. Que definitivamente no es más que una pose política, porque es la institución responsable de perseguir e investigar el delito de parte del Poder Ejecutivo… que ni tiene por qué ser autónoma –porque existen instancias como la Comisión de los Derechos Humanos o los propios recursos del Poder Judicial expresados en las diferentes leyes –sustantivas y adjetivas- de las diferentes materias – y que en la práctica la dichosa FGR tampoco lo es, ahora revestida de un nuevo y pomposo nombre: “Fiscalía General de la República y sus derivaciones en las entidades federativas”.
La Constitución del 1917 estuvo diseñada para revertir la influencia de los liberales “centralistas” que dominaron el país en el siglo XIX, como el propio Antonio López de Santa Anna, quien nunca legisló ni propició leyes para descentralizar el poder a Gobernadores ni Congresos locales ni alcaldes… todo se concentró en las facultades del Poder Ejecutivo federal durante casi un siglo.
Las regiones ni los Estados no contaban para nada…
Y ahora, este presidente tan locuaz que tenemos, pretende disminuirle los atributos de división de poderes a la Constitución, restándole vigor a los artículos 40 y 41 que versan sobre el régimen republicano de nuestro país… y con actos de agravio deliberados a la naturaleza imparcial y profesional de los juzgadores; acabando de un “plumazo” ocurrente, con siglos de evolución y sacrificio.
Ahora sí que con estas pretendidas reformas, habríamos volado “directo y sin escalas” del federalismo maltrecho….al centralismo del siglo XIX.
Y sí, López Obrador pretende hacer de México, así como su paisano, el brillante ideólogo Enrique González Pedrero definiera a Antonio López de Santa Anna…”el país de un solo hombre”…
Y no lo vamos a permitir… ya se van.
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