Los primeros minutos del 2024, o más bien los primeros segundos del año nuevo, se dispararon balazos de todos calibres por todos los rumbos de Culiacán.
Es la oscuridad donde los pájaros de la noche gustan de surcar los aires a excepción del día primero de cada año.
Las aves son intuitivas, y al igual que los policías de Sinaloa, saben muy bien cuando refugiarse para no ser alcanzadas por las balas.
Celebramos en casa muy resguardados la llegada del primer segundo del 2024. Me correspondió decir unas palabras a la familia que se reunió en la mesa y sala de nuestro hogar.
Se descorcharon dos botellas de una excelente champaña y se brindó por las esperanzas e ilusiones de los siguientes 365 días o 366 si el año es bisiesto.
Afuera, a la lejanía, se escuchaban los accionares de los AK-47, cuernos de chivo, metralletas y uno que otro de los llamados fusiles Barret.
Ni de locas se veían volar a las aves nocturnas.
El trágico resultado, 7 u 8 lesionados por el impacto de las balas perdidas que irresponsablemente fueron disparadas desde distintos puntos de la ciudad.
La policía, muy bien, gracias.
Hasta se dieron el lujo los integrantes de las fuerzas fácticas de jugar al tiro al blanco con más de 150 cámaras dizque instaladas para la vigilancia de Culiacán.
¡Ay, ay, ay!, este gobierno de abrazos y no balazos es lo más ridículo que hemos tenido desde los inmemoriales tiempos de la chingada.
Es claro que las policías se encuentran entre la espada y la pared.
Sus jefes no quieren que suelten balazos por orden de la presidencia de México.
La delincuencia sí dispara contra ellos y no quieren parar en los panteones y prefieren que los llamen cobardes a ser velados por sus familiares.
Plata o plomo les advierten y no dudan en tomar la plata.
Donde hay disparos de año nuevo, ninguna policía se hace presente.
Saben que la pierden de todas, todas, y se quedan atochados en cualquier refugio que encuentren por donde pululan.
Lo confieso, en mis años de inconciencia, yo también le jalé a mi “mojosa” y ahora me doy cuenta de lo absurdo que resulta tener esa actitud.
Al calor del alcohol y con los aplausos de mis compañeros de parranda, no vacilaba en disparar al aire para que supieran de mi hombría.
Craso error del que ahora me arrepiento y lo escribo.
Quizá sirva para que otros recapaciten y no lo hagan, pero de que cometí esos errores, es cosa que jamás negaré.
Cosas de juventud dirían algunos.
Pendejadas diría yo y me lo reprocho.
Despidieron el año viejo a punta de bala y lo mismo hicieron para recibir al nuevo que parece nos pinta muy interesante.
Es un año electoral de suma importancia y una gran oportunidad para que nuestro voto sirva para impedir el establecimiento de una dictadura.
Se escondieron las aves durante la balacera.
Las policías también.
Y nosotros nos resguardamos en casa, para evitar que nos tocara un proyectil de los que por miles se dispararon al viento. Inveterada costumbre que quizá jamás se termine y seguirá causando daños a los inocentes.
Noche de balas y nada de paz.
Hasta mañana.
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