Pero debo reconocer que en ocasiones me decepcionan grandemente cuando parece que jugaran con el score.
Van a la casa del San Luis y le meten una goleada de escándalo y en el azteca, ante su público, le gana la visita por dos a cero.
No queremos que eso suceda, seguimos desde hace mucho tiempo a las águilas y nos gusta ver que gane todos sus partidos.
Cualquier resultado diferente me causa decepción.
La final comienza en el estadio de los Tigres de Nuevo León y mi América se enfrenta a los campeones del torneo pasado.
Supongo que serán partidos de garra y no quiero perdérmelos por ninguna causa, motivo o razón.
En el desarrollo del rol regular las águilas marcaron el paso a sus demás contendientes y eso significa una diferencia en las apuestas.
No me voy con esa finta.
Serán once contra once en los dos partidos.
A menos que haya expulsados.
Jugadores de mucha calidad y con la sed del triunfo y coronarse campeones.
No apuesto por ninguno.
Quiero que gane el América y punto.
Los aficionados de las Chivas se quedaron comiendo las bolitas que avientan esos animalitos por el trasero.
Los echaron fuera rapidito y hasta las otras pizcas.
La temporada pasada gocé con el triunfo del Tigres sobre las chivas y fue dramático ese partido que dejaron ir los que tienen cuernitos.
Las garras de los tigres cayeron sobre el lomo de las chivas y los clavaron sin consideración alguna.
Mi gurú de las apuestas y pronósticos se inclina por el América.
Me dio gusto que lo dijera, pero no estoy tan seguro.
Son 180 minutos de juego regular y todo puede suceder.
Si las cosas llegaran a los penales, peor tantito.
Los nervios traicionan a los mejores jugadores y el resultado es como si fuera un volado para decidirlo.
Lo repito un millón de veces más.
Soy americanista de corazón y no cambio de trinchera como los priistas de nuestros tiempos.
En beisbol le voy a Yankees y espero que Andrés Manuel no sea de los mismos colores y los esté salando.
Que vuelen alto mis águilas.
Que viva Xóchitl Gálvez, hijos de su “inche adre”.
Hasta mañana.
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