“Tacho” Corrales; la estrategia política

Sólo Cuatro vacas flacas eran resguardadas en el pequeño cerco construido y conformado a base de alambre de púas y palos de pitahaya seca.

Anastasio Corrales, conocido de mejor manera por sus camaradas como “Tacho”, había mandado construir, tal vez para no desentonar con su apellido, el corral aquel.

El tipo en referencia, mandó también construir su propio fierro de herrar, y así poder marcar las reses, con lo que sustentaría por supuesto, la legítima propiedad de las reses.

La precariedad del pequeño ranchito, y la poca cantidad y calidad de las vacas que lo conformaban, no podían evitar que el curtido hombre de campo, se autodefiniera ante propios y extraños como un auténtico ganadero.

Y es que, en el pequeño poblado en que ocurrieron los hechos aquí narrados, sabían todos, que “Tacho” poco o nada sabía de la crianza de vacas, toros y becerros, y que su inclusión oficial en la actividad obedecía a su idea de sacar algo de raja política y económica desde su posición de ganadero.

Dos vacas compró Tacho, y otras dos le regaló un hermano de su padre.

Sin embargo, el ganadero de marras no contaba con recursos económicos para alimentar a su pequeño hato, por lo que se había visto en la necesidad de sacarlas del rustico corral, para ofrecerles el alimento que generaban los valles y el agua que corría por el rio.

Plantas de bledo, “chuali” y cangrena eran los platillos favoritos de las vacas de “Tacho Corrales”, quien pasaba parte del día pastoreando su ganado en los vallados y terrenos enmontados, principalmente en la época de lluvias en que las verdes hierbas surgían majestuosas del mojado y fértil suelo.

Y desde luego, para el incipiente ganadero quedaba la alternativa que representaba la abundante flora regional de aquellos montes, entre las que destacaban las ramas colgantes de árboles como los mezquites, cacaraguas, cacachilas, nanchis, guayparimes y huizaches.

Aunque claro, si algún campesino de los contornos descuidaba los rastrojos de sus sembradíos de maíz, garbanzo, “Milomaiz”, sandias o calabazas, era factible que Anastasio se desentendiera del pastoreo de sus vacas, y dejara a sus animalitos adentrarse en los predios para darse el banquete de su vida.

Respecto a la obra y destino del improvisado ganadero, poco puedo agregar en este relato, ya que mi ruta de vida me llevó hacia otros rumbos del universo, sin embargo, por ahí supe que gracias a sus Cuatro vacas, y su incursión a la asociación ganadera de su municipio, el sujeto logro algunos beneficios como créditos y apoyos oficiales.

También me enteré, que supo aprovechar muy bien la coyuntura de ser ganadero para incursionar en la política, y en alguna ocasión disputar, aunque infructuosamente la candidatura a una regiduría.

Me cuenta un amigo de aquellos tiempos, que de cualquier manera Anastasio no se fue en blanco, ya que por su calidad de ganadero, logró finalmente alcanzar una sindicatura de su municipio.

EL SINDROME DE “TACHO” SIGUE VIGENTE.

Hoy que estamos en la antesala de las elecciones federales del 2024, el recuerdo de Anastasio Corrales y sus Cuatro vacas flacas, vino a mi mente, cual pedrada de indio zurdo.

Y es que, no puede ser de otra manera, cuando observamos a tantos personajes políticos ofertando su trayectoria y presunta fuerza política al mejor postor.

Representantes de agrupaciones civiles, productivas, académicas, culturales y sociales saltan a la palestra en busca de ser considerados para alguna rebanada del pastel a repartir.

Explotan y ofertan todos, tal y como lo hiciera “Tacho” el ganadero, la representatividad que les ofrece el organismo que representan.

El anhelado botín, es el reparto de las candidaturas, y desde luego la conquista de algunos espacios que dan vida a la canasta básica de las estructuras de los tres niveles de gobierno.

En términos generales, es de todos sabido que líderes de Partidos, principalmente de oposición, tanto locales como nacionales están ofertando sus devaluadas y sobrevaloradas siglas, al mejor postor.

Aunque la evidencia nos indica que la mayor intención de los mercaderes de las siglas partidistas, es la de poner a salvo el registro oficial de sus Institutos, y de paso lograr algunos de los espacios de poder que el año venidero estarán en disputa en las urnas electorales.

Y claro, dentro del síndrome de “Tacho” se inscriben los personajes que han ido quedando rezagados en su lucha por la conquista de los grandes espacios, y, que al sufrir el descarrilamiento de “su tren político”, buscan otras vías alternas desde donde continuar su infructuosa ruta hacia el poder.

Estos personajes, surgidos desde la ruta de los desplazados, optan por ofertar también, lo que ellos mismos califican como su gran fuerza política.

Pero, la realidad nos dice que en general todos son simples entes políticos, y que como tales, tratan de negociar una fuerza política que están muy lejos de ostentar.

Son entonces, los ejemplos citados, apreciaciones muy parecidas a las de “Tacho” Corrales, quien, como antes describo, en aras de hacer figura política, se auto promovió como un prominente ganadero, pese que en realidad, el hombre solo contaba, lo reitero, con Cuatro escuálidas vacas flacas.

Lo que si es cierto, es que todos comulgan con el adagio ese que reza…” A rio revuelto ganancia de pescadores”.
Y precisamente, el rio político de nuestros días, se observa muy agitado… Nos veremos enseguidita.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/punta-de-lanza/.

 

Armando Ojeda
Armando Ojeda

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