La figura de las nanas, en mis tiempos, se daba dentro de las familias de la media para arriba.
Era una mujer que por lo general vivía integrada al seno familiar.
Se encargaba del cuidado y la atención de uno o de varios pequeños hijos de sus empleadores y querían a las criaturas como si ellas las hubieran parido.
Muy queridas esas mujeres y muy lloradas cuando de alguna manera dejaran ese seno familiar.
Yo, en lo particular, tuve una maravillosa madre y en mi familia no existió esa figura de la nana.
Razones monetarias impidieron que se agregara una boca más en la mesa de nuestras comidas, y no contamos con las habitaciones donde pudiera alojarse esa maravillosa figura maternal sin serlo.
En mi barriada en Culiacán, varias familias contaban con las nanas y las patronas podían darse el lujo de convivencias dentro y fuera del hogar.
Las preferencias eran entre las mujeres para jugar la canasta uruguaya y me parece que eran juegos de cartas muy entretenidos.
Las nanas se hacían cargo de todo lo que concernía a la buena educación de los niños y hasta podemos decir que los plebes las querían más que a sus propias madres.
Muy bondadosa la figura de la nana.
Nadie como ellas para alimentar a los bebés y darles las dosis de ternura que los hacía felices.
Conocí gente adulta, que primero le llevaba el regalo a la nana que a su propia progenitora y jamás dejaron de recibir el abrazo de esa mujer y sus caricias.
Me encanta recordarlas, aunque jamás tuve una.
Pero las conocí en casa ajena y no faltaron pellizcos cariñosos de esas mujeres y los dulces que tenían a su alcance.
Benditas mujeres que tanto dieron a los niños.
Pasamos a hablar de las modernas nanas, esa que tanto entretienen a los pequeños desde muy corta edad, y que hasta la muerte siguen siendo el entretenimiento de la moderna humanidad.
Ya no son mujeres.
Tampoco varones.
No cobran por sus servicios, pero hay quienes se aprovechan de su eficacia para entretener mientras las madres realizan todo tipo de labores dentro y fuera de la casa.
Se producen por miles de millones
Ya no abrazan y tampoco besan.
No regalan dulces y tampoco limpian los pañales.
No mecen cunas y tampoco cuentan los sabrosos cuentos de aquellas antiguas nanas.
En la inmensa mayoría de los hogares hay nanas.
Algunas son costosas y otras no tanto.
Entretienen a más no poder y no se escuchan chillidos de los plebes en ausencia o descuidos de la madre.
Las modernas nanas son esos pinches aparatos que producen las jorobas a los plebes.
Mendigos celulares que sustituyeron la figura de esa señoras tan cariñosas y que tanto amor daban a sus casi hijos.
Esos diabólicos aparatos son ahora las nanas.
Ya no juegan los plebes en las calles a causa de estar picando las teclas de los celulares y se mantienen encerrados en sus cuartos, sin saber de un trompo o de una canica.
Antiguas y modernas nanas.
Una gran diferencia.
Hasta mañana.
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