El más chingón del boxeo de mis tiempos

No hubo otro que no fuera Rubén Olivares.

Que me “perdone” Julio Cesar Chávez, pero las emociones más fuertes la tuve en las peleas del púas Olivares.

Ganando o perdiendo, me emocionaba al máximo y sigo recordándolo muy por encima de cualquier otro boxeador mexicano.

Salvador Sánchez fue una gloria malograda que quizá hubiera superado mi apreciación sobre Rubén Olivares.

No se dieron las cosas y un tiro sobre el cuadrilítero entre Julio Cesar Chávez y Salvador Sánchez estuviera grabado en las páginas del boxeo con letras de oro.

Mi verdadero ídolo fue Rubén Olivares.

Ni Mantequilla Nápoles, Ultiminio Ramos o José Becerra lograron quemar una hoja de mis libros deportivos.

Cuando destronó a Leonel Rouse, el 22 de agosto de 1969, me encontraba frente a mi televisor degustando una inmensa y sabrosa cabrería que acompañé con varias cervezas de mi marca favorita de siempre que es la tecate roja.

Jamás he vuelto a saborear carne tan exquisita.

La santificó esa pelea y no se borra de mi memoria.

Rubén era y sigue siendo un desmadre.

Quisieron ayudarlo y filmó algunos churros cinematográficos que le dieron algunos billetes, pero todo se lo gastó y prácticamente vive en la inopia en su querida Bondojito de la ciudad de México.

Julio Cesar Chávez llevaba el mismo camino, pero enderezó la ruta y ahora es un respetable comentarista de box y rehabilitador de los que se encuentran en el infierno de las drogas.

Ahí estuvo nuestro campeón y no quiere que la juventud padezca los infernales sufrimientos de esos vicios.

Considero ejemplar su labor y lo admiro sobremanera.

Peo nadie como Rubén Olivares.

Salvador Sánchez llenó los corazones de los aficionados mexicanos cuando dejó noqueado al puertorriqueño Wilfrido Gómez que se había convertido en el terror de los boxeadores mexicanos.

Sostuvo 46 combates, ganó 44, perdió una pelea y empató otra.

Noqueó a 32 rivales.

Su última pelea fue en el Madison Square Garden de New York frente a Azuma Nelson que resultó ser un león rasurado y al que puso noquear hasta el round 15.

Se mató en su auto deportivo recién adquirido.

Quiso ser luchador antes de entrarle al boxeo.

Una pelea entre Julio Cesar y Salvador Sánchez se la hubiera dado al queretano con perdón de mis paisanos de Sinaloa.

En Eso coinciden varios de mis compañero de mesa.

Pero muchos dicen que quién sabe.

Sigo considerando a Rubén Olivares como mi verdadero ídolo y nadie me hará cambiar de opinión.

Ya vienen los juegos de grandes ligas para sacar al campeón de la serie mundial.

Dan como favorito al Astros de Houston, pero en el deporte no hay

nada escrito.

Dodgers de nuevo por el campeonato.

Hasta mañana.

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J. Humberto Cossío R.

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