Entre la desilusión y el poder

Es muy grave cuando en un país se fragmenta la conversación en cachitos. Me refiero a que en lugar de tener una sola conversación nacional o local en la que se expresa una diversidad de voces y opiniones a partir de hechos y datos concretos y, verificables, se produce el ruido de intercambios tan numerosos, como los grupos interesados en colocar su propia información alternativa.

Cada quien, entonces, es propietario de su propia verdad. Cuando en el foro público cabe en distintas realidades que no se sustentan en evidencia, estamos en problemas. Escrito está que los hombres desencadenan el infierno prometiendo los cielos. La historia está llena de excesos. Excesos que en ocasiones son cometidos en nombre de los dioses, la mayor parte de las veces en nombre de lo que nos merecemos los humanos y otras veces en nombre del hambre, de la justicia y de la igualdad. El problema es que todas esas promesas y esos excesos normalmente desembocan en el infierno. En la actualidad, resulta inevitable reconocer que estamos tan absortos en la agenda de las ocurrencias, de los caprichos, de las necedades y de las astucias que en el caso mexicano hay que reconocer que son muchas y muy notables, que poco a poco nuestro cerebro va absorbiendo. Paulatinamente, nuestro intelecto va perdiendo la capacidad de ver las cosas globalmente y pensamos, respondemos y nos movemos en función de la promesa de los cielos que nos hace nuestro Ejecutivo federal. Muchas veces pasando de plantilla los infiernos hacia los que nos conduce.

No quiero seguir formando parte del coro de los que critican al presidente López Obrador. Y lo digo porque realmente hemos llegado a un punto en el que la crítica ha dejado de ser suficiente. Ha llegado el momento en el que es necesario hacer sumas, presentar balances y entregar hechos concretos. Y, después de ese punto de vista, con humildad, reconozco que el mandatario mexicano me lleva mucha ventaja. En realidad, a todos nos aventaja. Con su valiente honradez nos hace seguir creyendo en las promesas que hace. Sabido es que a la mafia se entra, pero nunca se sale. Sabido es que desde la “Cosa Nostra” por cierto, también inventada por los españoles en Sicilia desde los tiempos del Rey católico, el crimen organizado ha ido evolucionando y diversificándose. Y lo ha hecho de tal manera que hoy es una fuerza presente en muchas más áreas y sectores de los que imaginamos, incluso forma parte de los entramados financieros e industriales más importantes del mundo. Tampoco es cosa nueva el hecho de que no hay quien pueda contra ellos. Pero sobre todo, sabido es que el gran desafío para cualquier gobernante no es evitar el mal, sino asegurar que la fuerza del Estado sea suficiente y superior a la de sus enemigos.

Desafortunadamente, el presidente de México tampoco está solo. Aunque usted no lo sepa, a pesar de que a mí se me olvide ocasionalmente y aunque resulte difícil creerlo, el mundo ni gira en torno de las mañaneras ni México es un planeta que orbita fuera del planeta Tierra. Después de todo lo que estamos viviendo y con unas tasas de homicidio cada vez más alta, ¿qué es lo que quedará? Creo que el presidente de México sabe muy bien dónde está parado y a dónde nos ha metido. También creo que todos los días y todas las mañanas juegan con la idea de que ninguno puede sacar exactamente la cuenta del problema que tenemos por delante. ¿Quién podrá vivir con unas cuentas de fracaso económico como las que, sin duda alguna, estarán puestas al servicio del sexenio?

 

 

Finalmente, es necesario cuestionar y analizar cómo se retirará el Presidente de sus tres grandes proyectos estrella. Proyectos que lo único que tienen claro es que han superado la previsión de impuestos y del dinero necesario para invertir.

Proyectos que realmente es dudoso que sean capaces de retornarle a la nación lo invertido. Esperemos que lo que nos venden como cielo no termine convirtiéndose en el peor de los infiernos.

Vivimos en un ambiente de espejismos, en una realidad virtual cada vez más acotada por nuestros miedos y la sensación de inseguridad y amenaza que se nutren día a día con las alarmantes noticias de esos sí, reales asesinatos, desapariciones, extorsiones, feminicidios y otros crímenes que van formando parte de la normalidad de nuestra convivencia como sociedad.

Viene a colación el comentario por las condiciones que, era de esperarse, se traducen en materia de análisis político y nutren hoy en día los espacios noticiosos, de la comentocracia y de quienes todo ponen en el cernidor analítico para proveer al neófito la interpretación de aquello que el vulgo solo puede conocer tras el filtro erudito de la aristocracia, por naturaleza propia, ilustrada. Es decir, que se lo expliquen con manzana.

Basar el futuro en espejismos, pasiones, ambiciones personales no hará otra cosa, en la mayoría de los casos, que conducir a la incertidumbre o al fracaso.

La paz y seguridad son difíciles de alcanzar. Dicen bien Humberto Beck Rafael Lemus en un libro, El futuro es hoy: “el porvenir de México pasa hoy también por un ejercicio de investigación forense”. Es necesario escarbar en el presente para identificar a los responsables, encontrar a los desaparecidos, dar nombre a las víctimas y reparar a los agraviados.

GOTITAS DE AGUA:

 

Les recuerdo que el presente dura un instante. Es tan breve que es difícil de captar. En cambio, el pasado es un archivo enorme de hechos y memorias. Pero cada decisión que tomamos en ese presente efímero va forjando un futuro que es inevitable. No escuchar los tiempos también es una decisión que no detiene el futuro, pero que nos hará más difícil enfrentarlo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

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Benjamín Bojórquez Olea

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