Excluir los sueños…

En la estrategia militar se habla que la mejor defensa es el ataque. Esa es la regla general: por serlo, reconoce excepciones. El inquilino de Palacio, que se jacta de saberlo todo, incluso de lo que traman sus adversarios, es dado a atacar, no lo sabía. Supuso que la regla era de validez universal. Ahora, en su intimidad, con dolor, con toda seguridad se ha dado cuenta de su error. Con terror debe de estar reconociendo su precipitación irreflexiva y doliéndose de ella. Demasiado tarde.

Todo ha cambiado, después de subirse tantas veces al ring, ya no tiene los reflejos de hace cinco años, cuando paró en seco los golpes de Diego Fernández e ignoró la apuesta que le lanzó Ricardo Anaya. Si bien pudiera estar en aptitud de quitarse los golpes, ya no está en posibilidad de darlos y, mucho menos, de noquear. Lo más grave: no sabe cómo enfrentar a las mujeres.

En el caso de la señora Xóchitl Gálvez se equivocó doblemente; creyó que era una tullida, y, en tiempos de un feminismo generalizado, la atacó como si fuera hombre. Ahí están las consecuencias: destapó a quien la señora Gálvez, ella lo ha manejado como un ataque por ser mujer. No le falta razón. Él no entiende de cualquier cosa que diga o que haga relacionado con ella, será considerado como proveniente de un machista prepotente y antifeminista. “Los mirones son de palo”.

Marcelo, más que atacar a la señora Gálvez, debe dedicarse a señalar problemas y a formular propuestas, vías de solución y nuevas alternativas. Lo considero como la corcholata más preparada y elocuente, no me decepciones Marcelo.

Olvidó la frase atribuida a Napoleón“Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo de ellas”. La elección se judicializará. Una generación de líderes políticos de altura desaparece sin que aparezca la generación que los reemplace.

Como se sabe desde que Plutarco escribió Vidas paralelas, dándonos retratos detallados de Alejandro y Julio César, los estadistas tienen caracteres únicos, pero son creaturas de su tiempo. Destacan por reaccionar sabia y decididamente ante la contingencia inesperada o a los retos inusitados. Lo que los hace diferentes es que no se acomodan a la situación o rehúyen los desafíos.

Los enfrentan con inteligencia y perseverancia, aun si eso les produce costos políticos o personales. Es Charles de Gaulle organizando ese rescate militar de su patria o Konrad Adenauer reconstruyendo Alemania. Eso supone grandeza de alma, valores morales e integridad. Es Václav Havel haciendo lo correcto, como disidente o gobernante.

Por eso no se le reconoce esa calidad a Richard Nixon, por más que Henry Kissinger a su exjefe en su último libro (Líderes). Son hombres o mujeres de pensamiento y acción, como describía Cicerón. Pragmáticos, defienden una filosofía clara. Es Lincoln debatiendo con Stephen Douglas. Son los que tienen visión de Estado, los que (según James Freeman Clarke) no piensan en la siguiente elección sino en la siguiente generación.

No son los demagogos, los que hablan bonito, los que halagan al pueblo. Ya Aristóteles (Ética nicomáquea) rechazaba a los sofistas que manipulaban las emociones de la chusma. Sí son los que dicen la verdad sin adornos. Es Winston Churchill aceptando su fracaso en Gallipoli y ofreciendo solo “sangre, sudor y lágrimas”.

No son los centristas que quieren quedar bien con todos o los radicales que manipulan la historia, llegan arrasando y venden utopías.

Son, en cambio, los que conocen sus limitaciones y lo que es posible en las circunstancias presentes. Son los que, con imaginación y haciendo humilde diferencia a la realidad, ofrecen respuestas tangibles y van avanzando hasta donde se puede.

No son los que se preocupan por engrandecerse y cultivar su popularidad, los que se rodean de incondicionales que los halagan. Son los que llaman a los que saben, los que escuchan, los que unen. Son los que construyen y transforman instituciones. Es Lee Kuan Yew, convirtiendo un país rural (Singapur) en una potencia económica. Los americanos y todos los demás estamos cansados de la mediocridad. Anhelamos que nos dirijan auténticos estadistas.

GOTITAS DE AGUA:

Literalmente, recordemos a Tomás Jefferson, el redactor de la Declaración de Independencia, que defendió la libertad religiosa y creó instituciones “para comenzar un mundo nuevo”, fundado en la libertad.

Andrew Jackson, el primer presidente norteamericano de origen humilde y el primero que tomó posesión en las escaleras del Capitolio, rodeado por el pueblo. Escogió a su gabinete por idoneidad, incluyendo a opositores. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/sobre-el-camino/.

 

Benjamín Bojórquez Olea

Comparte