Por sesenta segundos quisiera ser

Ciego, para no contemplar las infamias que se cometen impunemente a mi alrededor.

Sordo, para no escuchar los lamentos de las madres que han perdido a sus hijos y que no encuentran su paradero.

Insensible, para no sufrir dolor ante la muerte de un niño que no recibió sus medicamentos para combatir el cáncer.

No saber leer, para no enterarme de los miles de asesinatos que se cometen en nuestro País.

No saber escribir, para no enviar mis artículos condenando la ineficacia de las acciones de

Gobierno para darnos la paz y tranquilidad a la que tenemos derecho.

Caer en estado catatónico y separarme por completo de esta realidad que castra nuestros sentidos y nos lleva al paroxismo.

Salir de mi cuerpo y elevarme hasta el reino de los cielos y encontrar la fuerza necesaria para no explotar con mi desesperación.

Subir a una canoa y remar sin descanso, sin más compañía que agua y alimentos para alejarme de todo lo que parezca inhumano.

Caminar día y noche por todos los desiertos del planeta y alejarme de todo lo malo que sucede y que me agobia.

Es claro que no sucederá lo que estoy pidiendo. Tendré que soportar lo bueno, lo malo y lo peor que me suceda, o sea testigo que le suceda a otros y sin poder hacer nada para poner remedio.

Los periódicos chorrean sangre de sus páginas.

Los noticiero radiofónicos escupen hemoglobina en sus transmisiones.

Los televisores nos dejan llenos de terror con los sucesos que filman de todo el mundo y los ponen ante nuestra vista y oídos.

Los libros de texto de primaria, traerán en su portada la cara de Mario Delgado en camiseta de la cuarta transformación.

Los de secundaria, la imagen de Manuel Bartlett con un foco en la mano para alumbrar el camino de la sabiduría electoral.

“Los de profesional, la figura del flechador de los cielos con el rostro de nuestro querido presidente de México”

Por eso quiero descansar mis agotados y sufridos ojos por treinta segundos que me sabrán a gloria.

Se me olvidaba un último deseo.

Que, por una hora, me haga más pendejo de lo que soy y de esa manera tratar de entender sin horrorizarme al perverso pendejo que vive en Palacio Nacional.

Esto que finaliza la columna, sé de cierto que es bastante difícil de conceder, pero más pierdo quedándome callado sin tener oportunidad.

No tengo más que decir.

Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

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