A nadie se le escapa que, en el descontento social generalizado de los últimos años, tiene un gran peso la crisis de confianza en las autoridades. Los que mandan no lo hacen mejor que sus subordinados o, desde luego, no han sido capaces de hacérselo creer así. Cabe pensar que, si no muestran un mejor desempeño, es porque tal vez no están adecuadamente preparados para asumir esa labor.
Hace algunos ayeres en la estrenada y polémica película sobre Margaret Thatcher hay una escena muy elocuente de las dificultades que tuvo que afrontar para llegar a ser la primera mujer que encabezó el gobierno del Reino Unido. Como mujer y como hija de un modesto comerciante, tenía dos complicadas “papeletas” que sus adversarios utilizaron en varias ocasiones. Una de ellas se recrea en la película, cuando una joven Thatcher comparte mesa y mantel con un grupo de hombres destacados del gobierno. Durante la conversación y con evidente intención de desautorizarla, uno de ellos le recuerda que es hija de un tendero, a lo que ella añade que, además de eso, es también licenciada en Oxford.
Ese argumento pareció servir para zanjar la provocación, puesto que se admitía de común acuerdo que una titulación académica en un centro de prestigio presuponía preparación suficiente para ocupar un cargo de relevancia pública.
Personas con muchas ganas, pero sin una visión holística y preparación contrastada en ciencia política, a menudo jóvenes y con poca experiencia previa, obligados a tomar decisiones y a generar resultados desde casi el primer día, imbricados en la exigente dinámica del día a día de un partido, todo ello en una economía con fuertes altibajos. El mismo documento incide, además, en que se trata de un mal común a todas las formaciones políticas. Sin duda hacen falta en la función pública más personajes como el hoy alcalde de Los Mochis, Sinaloa, Gerardo Vargas Landeros, figura técnica, empática y dialoguista.
La cuestión desde luego no es nueva. Ya cuando Platón comenzó a reflexionar sobre las formas de estado más acordes a la sociedad de su momento, formuló también cuáles deberían ser las cualidades, y más aún, el plan de formación más adecuado para las autoridades que ostentaran el poder. En el Libro VII de “La República”, utiliza un supuesto diálogo con uno de sus discípulos, Glaucón, para argumentar que los gobernantes deben dominar el cálculo y los números, así como la geometría, la astronomía y la dialéctica.
Efectivamente, si Platón hablaba de cualidades éticas y morales, y de la necesidad de que sean los filósofos, con su amor a la justicia, quienes presidan la sociedad, cuando Nicolás Maquiavelo se sienta a redactar “El Príncipe”, tiene muy claro que lo fundamental para obtener y conservar el poder es contentar al pueblo. Y para ello, no es tan necesario que los gobernantes sean virtuosos como que lo parezcan. Habla de cinco cualidades esenciales: bondad, confianza, humanidad, lealtad y religiosidad, pero como da por supuesto que es muy difícil tenerlas todas, apuesta por, al menos, aparentarlas ante los súbditos y, sobre todo, tener gran cuidado de que nunca le salga de la boca una cosa que no esté llena de las cinco mencionadas cualidades. Todo un adelanto de lo que serán hoy día los fundamentos de la reputación e imagen política.
GOTITAS DE AGUA:
Lo verdaderamente imprescindible de la actividad pública es que sus responsables entiendan lo que están haciendo, en un doble sentido: Están excesivamente ideologizados; sus posturas, discursos, declaraciones… son tremendamente ideológicos y la política, las cuestiones de la sociedad que, de suyo, son prudenciales, que dependen de la coyuntura, se tratan de manera dogmática. Es decir, se percibe una cierta incapacidad de tener en cuenta la realidad y atenerse a ella. Por ello la necesidad actual determina, de enriquecer en la función pública a más “Gerardos Vargas Landeros” en la política.
¿Y los ciudadanos? Este recorrido por la formación y aptitudes que se requieren de los políticos no estaría completo sin siquiera una mención a lo que se requiere de los ciudadanos. Al fin y al cabo es de entre ellos de donde salen los políticos, y ante ellos deben rendir cuentas. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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