El Dodge Stadium fue el escenario para ver jugar a mis querido Yankees de New York y al mejor jugador que se encuentra en los diamantes del beisbol de grandes ligas.
Perdieron los mulos de Manhattan y Aarón Judge no pegó jonrón.
No importa, los vi jugar y es lo que contará en lo que me resta de vida.
Un estadio de tres pisos impresionante.
Lleno a más no poder el dos de junio.
Clayton Kershaw les dio de comer en la mano a los Yankees.
Al final, el score fue de 8 a 4.
Un pitcher veterano, de mucha prosapia, que parece volver por sus fueros en esta temporada y por lo pronto en el mes de junio ya lleva dos victorias brillando a más no poder ante los rivales.
Ni pensar en Julio Urías, el culichi se encuentra en lista de lesionados y su desempeño ha sido muy irregular, recibiendo carga de jonrones que pone en riesgo su contrato de la temporada siguiente.
Se habla de 200 millones de dólares para Julio.
Si lo logra, jamás tendrá de que preocuparse en esta vida tan financiera que vivimos y que tanto sufrimos y gozamos.
Mi agradecimiento a mis dos hijas que me atendieron de maravilla en la semana que estuve en California.
Un inmenso abrazo para Violeta del Mar y Azul Dhayana.
Ryan, esposo de Azul, se encargó de que mi sueño se hiciera realidad con los boletos de entrada al Dodge Stadium.
Un inmenso abrazo para mi yerno.
Violeta y su esposo Andrew nos hicieron placentera nuestra estancia y mi agradecimiento por sus atenciones.
Mis nietas son parte de la constelación planetaria, las gemelas Luna y Sol y la pequeña Estrella.
Víctor es el nieto varón.
Todos ellos fueron sumamente cariñosos y me endulzaron la vida en lo que me pareció un suspiro como visitante.
Mi hijo Christopher fue mi acompañante por las tierras de Biden. Me cuidó en todo momento para que el viejo no pudiera dañarse por la fatiga de sus 77 años.
Mucho crédito merece Krysto para que aguantara el viaje sin sufrir los daños de la vejez que ya se hizo presente desde hace rato.
Viví mi sueño de estar presente en un partido de mis Yankees.
Soy su seguidor desde los años sesenta y jamás he cambiado de casaca.
Lo mismo digo del Real Madrid y del América.
Son mis equipos, aunque les arda a sus contras.
Estoy de vuelta sano y salvo.
Cansado del viaje, mucho, pero hondamente satisfecho por tantas bendiciones que sigo recibiendo.
Encontré mi casa en el mismo lugar donde la dejé al partir.
La misma vieja y a nuestro compañero de vida el tremendo perrito Milqui.
Espero que en este corto tiempo de ausencia no haya partido ninguno de mis amigos a rendir cuentas con San Pedro.
Aquí estamos de nuevo frente a la computadora.
Hasta mañana.
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