Qué sabe usted, amable lector, acerca de la corrupción e impunidad en México, el cinismo con el que políticos de diversa monta incurren y fomentan la ilegalidad como forma de administración pública para lucrar con ella; son temas que un buen número de medios nacionales y extranjeros documentan casi a diario. Ante ello la ciudadanía se escandaliza y hace patente su rabia en conversaciones con amigos, reuniones sociales, pláticas con compañeros de trabajo en comentarios dejados en redes sociales y en los reportes publicados por los sitios de noticias en línea más serios.
Pero todo queda en eso, en el intercambio de intrascendentes opiniones.
Nos hemos acostumbrado a verlo día a día, pero no puede seguir ocurriendo. Existe una cierta sabiduría detrás de los refranes que de manera inmediata se apela a su precisión y contundencia cuando sobran las explicaciones. Sabemos que, gracias al juego de palabras que los caracteriza, contamos con la puntualidad de su significado para comprender alguna situación que, tal vez, solo requiere de ingenio popular para descifrarla.
Así no es extraño que siempre hallemos una frase que sea la llave para sentenciar una discusión.
Si intentáramos explicar la actualidad política de nuestro país, nos podríamos dar cuenta que no hay ningún problema para que llegue a nuestra memoria la frase “a río revuelto, ganancia de pescadores”, “que en gusto se rompen géneros”.
No hay día en el que las noticias generen tranquilidad en las aguas del río y, como ya se ha hecho costumbre, se espera que el pescador agite las aguas con la varilla de su discurso y señale a quiénes serán el blanco de todo tipo de ataques. Como lo señalaría el proverbio, “no hay nada nuevo bajo el sol”.
Por ello, no se requería de un profundo ni sesudo análisis, cuestión de especialistas que miran a lontananza, para deducir que, ante los reportajes que señalan a los hijos del inquilino de Palacio Nacional como parte de posibles actos de corrupción o por las más recientes decisiones de la Suprema Corte de Justicia con respecto al famoso Plan B.
¿A estas alturas del sexenio podría existir un incauto que no esperará el feroz ataque del primer Mandatario y su legión? Tal vez habría que preguntarles a quienes conforman la llamada oposición si los laureles son un buen colchón para dormir la siesta o si, ya de plano, andan más preocupados y preocupadas en resolver el desbarajuste que existe en sus propios partidos. Aunque sea para garantizar que sobrevivirán al corte de las próximas elecciones federales.
Así, lo que actualmente observamos, si bien no sorprende, debería alertarnos con mayor preocupación. Lo que se necesita subrayar en colores rojos es la manera como los recursos oficiales son las principales herramientas para enturbiar y sumarse al objetivo en cuestión: pocas cosas tan peligrosas como manipular información, la información y los datos para atacar a los miembros de la Suprema Corte de Justicia, en especial a la ministra Norma Piña.
Se acercan meses en los que el estruendo y la violencia se consolidan las constantes en un país que ha normalizado esa forma de vivir y se apropia de un discurso que además apuesta por secar los ríos cuyas aguas podrían menguar el incendio. Pero no olvidemos que “no hay daño que no tenga apaño”.
GOTITAS DE AGUA:
Tenemos lo que merecemos. Les estamos haciendo a nuestros vecinos del Sur lo que siempre hemos odiado que nos hagan a nosotros en el norte. Las cosas no andan bien, me cuelgo de aquello que decía el maestro Serrat: “Bienaventurados los que están en el fondo del pozo, porque de ahí en adelante solo cabe ir mejorando”.
Escrito está. Las cosas son serias: la “gran revolución democrática” de los tiempos modernos, como alguna vez la llamó Tocqueville, se tambalea hasta paralizarse.
Las noticias sensacionalistas alimentan la convicción que tienen periodistas y comentaristas de que la democracia se dirige al infierno. Están seguros de que la democracia está “retrocediendo” hacia el borde del precipicio. Los catastrofistas tienen razón. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…
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