El alcalde de Guamúchil gobierna con la pala y el ahoyador

En los políticos actuales está la naturaleza de lo mediocre. Pero ser mediocre no es equivalente a ser incompetente. Sino en ser del montón, no destacar. Lo que desaparece es la mente crítica. La política y las ideas han ido desapareciendo en favor de lo que los manuales de gestión llaman resolución de problemas y lo que se busca es una solución inmediata a un problema inmediato, que excluye cualquier pensamiento a largo plazo.

Algo anda mal en Salvador Alvarado, municipio, pues no se puede gobernar y administrar solamente con el “ahoyador y la pala”, claro, se agradece, pero también se requiere de mano izquierda y un plan de desarrollo en materia de infraestructura integral para la localidad.

Todo parece indicar que las cosas en Salvador Alvarado no andan nada bien, entre renuncias de colaboradores de buen nivel, paros sindicales e irreverencias, se gobierna en mi querida “Tierra Santa”.

Armando Camacho Aguilar, a mi juicio, con la vara que mide, será medido, ya que considera que tiene asegurada su reelección, gobernando para incrementar su popularidad a través del uso de los recursos públicos de quienes pagan los impuestos, solo así, su reputación es acreditada por sus propios colaboradores de derecha, pues la verdadera izquierda no pinta en el Ayto.

Se le olvida al alcalde que gobierna para todos y no para un pequeño círculo de amigos Panistas y priistas recalcitrantes que solamente generan encono al interior del Ayuntamiento. Que no se le olvide al alcalde que el triunfo se lo debe a dos factores torales, al arrastre del propio gobernador y a la marca Morena.

Le diría al alcalde. Sin paz no habrá ni crecimiento económico ni mucho menos justicia política para quienes son rechazados en sus cargos, peor aún, sin tomar decisiones propias del cargo que representan, en donde algunos funcionarios le han venido renunciando por cundinas en dicha administración, pues no es normal que personajes de una buena reputación profesional y social le hayan renunciado recientemente, no es cosa menor, lo cual representa una debilidad política y mal manejo operativo en relación a la función pública.

También le diría al alcalde. Que gobernar no debe ser un ejercicio de hegemonía o de dominio personal, sino, ante todo, la búsqueda de bienestar para la misma localidad. El poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás. A mi criterio, eso no está sucediendo en Salvador Alvarado.

También le diría al alcalde Alvaradense. Se ha banalizado tanto tú discurso político que pierde la carga de servicio público y de representación. Pues tener compadres, amigos cercanos de derecha recalcitrantes y hasta familia política en el Ayuntamiento, peor aún, cuando no funcionan en sus cargos de primer y segundo nivel representa un claro ejemplo de mediocridad gubernamental.

GOTITAS DE AGUA:

 

Repito, no se puede ser buen alcalde cuando aquel político pierde peso en las tomas de decisiones, la percepción de que entrando en ella se puedan cambiar las cosas también decae. El deterioro del alcalde Alvaradense y su imagen generalizada aleja el talento. Y sin talento se nutre la mediocridad que desprestigia la política. Y así podríamos entrar en un bucle infinito. Entre tanto, no dan un paso adelante porque únicamente velan por sus propios intereses personales.

Para resistir la mediocracia la única salida es el pensamiento crítico. Sin embargo, muy al contrario del alcalde Alvaradense, ante la mediocridad lo que estamos viendo es el surgimiento en el que las diferencias entre unos discursos y otros son mínimas. La de la mediocridad es una epidemia global. Como consuelo es mediocre, pero algo es algo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/sobre-el-camino/.

 

Benjamín Bojórquez Olea

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