En México todo indica que de poco ha servido la transición política a la derecha o a la izquierda.
A río revuelto, cualquier lugar es óptimo para crear situaciones y generar ataques que sumen al discurso de la intolerancia. Tirios y troyanos se disputan el predominio de una retórica que termina por amplificar la polarización y el encono en una sociedad que, cada día, está más acostumbrada al maniqueísmo que tanto daño ha generado en los últimos años. Sería muy obtuso dejar de ver que dicha situación no tiene su origen en la presente administración, en realidad, desde la década de los años noventa del siglo pasado se han configurado diversas circunstancias que han abonado esa tierra fértil para la violencia que existe en nuestro país.
El problema es que hemos llegado a un punto en el que ya no se trata de dirimir las posibles discrepancias, sino de convertirlas en brechas cada vez más profundas e insalvables, porque ésa es la apuesta del actual gobierno y de muchos considerados opositores. Si la denostación y el vituperio se constituyen en las máximas expresiones de la comunicación presidencial y del gobierno, las semillas de la intolerancia quedan a buen recaudo.
Es de llamar la atención al ataque articulado por el corifeo del oficialismo que ha llevado a cuestionar una de las esencias de la institución universitaria: la pluralidad y la crítica. De la misma manera que en la televisión y en la radio universitaria existen espacios con un claro posicionamiento a favor del actual gobierno, cabe la posibilidad de escuchar las posturas críticas que deberían tener lugar en todo espacio universitario.
Cambiando de tema ahora que voy envejeciendo, me cuesta menos meterme en berenjenales de opinión. Hay alguna que bien podría ahorrarme, pero con mi vocación de metiche, si no lo digo, reviento. Hablaré de un tema muy socorrido para mí: los libros. Cada día me voy aficionando más, me hago más adicto y me vuelvo más exigente para opinar sobre lo que escriben los demás.
En México se lee poco, a cambio, se escribe bien y mucho. De entre muchísimos libros mexicanos, empecé a confeccionar la lista de mis favoritos de todos los tiempos. Empezaré con el que considero el mejor, lo más glorioso que he leído y al que debo mi afición a la literatura y la pasión por la lectura Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, es una obra maestra de la literatura universal, una novela breve, de estilo único que ha sido elogiada por su prosa poética y su profundidad. La novela habla de la soledad, la muerte y la memoria. Por lo que más quieran, si no la han leído se están perdiendo un diamante y, si ya la leyeron, siempre es buen momento para hacerlo de nuevo. De lejos, mi número uno.
A partir de ahora, le quito el orden, las menciono como van llegando a mi memoria, sin que signifique nada el lugar que aquí ocupan. Me gustó “Como agua para chocolate” (1989) de Laura Esquivel. Esta novela combina elementos de realismo mágico y gastronomía, cuenta la historia de Tita, una joven que lucha por encontrar su voz y libertad en el contexto de la tradicional cultura mexicana, está ambientada durante la Revolución Mexicana y aborda temas como la familia, el amor y la opresión de género.
Esta que sigue me doy el lujo de considerarla mexicana, porque me chilla y especialmente “Los detectives salvajes” (1998)Roberto Bolaño es chileno, medio mexicano por adopción. Esta novela se ha convertido en una obra de culto y es considerada uno de los logros literarios más importantes del siglo XX. Habla de literatura, de la identidad y la búsqueda de sentido en la vida. Este es otro genio que no se puede uno perder.
GOTITAS DE AGUA:
Y, finalmente, el maestro Carlos Fuentes me regaló dos días de emociones cuando leí “Aura” (1962). Una novela corta, obra maestra del realismo mágico que combina elementos de lo fantástico con la crítica social. La historia sigue a Felipe Montero, un historiador que es contratado para escribir las memorias de una enigmática mujer llamada “Aura”. A medida que avanza en su trabajo, Felipe, cargado de datos inútiles, se sumerge en un mundo de misterio y oscuros secretos.
“Aura” aborda temas como el poder, la identidad y la memoria. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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