El Presidente de la República no se va a morir ni se quedará chueco o torcido como muchos de sus opositores desean. Para nada. López Obrador ya apareció en Palacio Nacional explicando lo que le sucedió durante su gira por el sureste.
Ya reconoció que se desvaneció delante de todos, que le dio un “bajón de presión”, un mareo que hizo que se quedara dormido. “No es la primera vez que me dan por muerto”, narró detenidamente.
No obstante, todo México tendría que estar muy preocupado por tener un Presidente cada vez más enfermo y débil pero, principalmente, por tener un gobierno que violenta los derechos ciudadanos al no informar con puntualidad y veracidad lo que realmente sucede.
De no ser cierto el caso -como algunos afirman-, el Presidente debería obtener el más grandioso de los premios por su gran actuación, por engañar -como ningún otro- a todo un pueblo lleno de inquietudes y sobresaltos. Y eso no se vale.
En cualquiera de estos escenarios, lo único que cabe preguntarnos es ¿a qué está jugando la clase política? ¿La mentira debe seguir siendo parte del teatro en que quieren meter a un país que lo que más necesita es seriedad y responsabilidad?
Lo cierto es que un político enfermizo al frente de una gran nación no conviene a nadie, mucho menos un gobernante que se la pasa todo el tiempo engañando no solo a sus opositores, sino a sus propios seguidores que han depositado su confianza en él.
México, la Bolsa de Valores, los mercados, la economía, las finanzas, no están para soportar ningún tipo de “desvanecimiento” -real o ficticio- de gobernantes que no saben hablar con la verdad, que no tienen los suficientes tamaños para pararse de frente y decir: “Tranquilos, estamos bien, no teman”.
En las redes sociales, cientos de comentarios de líderes de opinión se desataron, comentando que al Presidente le dio un infarto, un derrame cerebral, que entró en estado de coma o de shock.
Y la gente se la pasó con el Jesús en la boca, esperando un informe serio, una explicación detallada de lo que le sucede a su principal líder político, un reporte médico que hasta el momento no se ha dado con responsabilidad.
Eso sí, la clase gobernante citó a un nutrido grupo de gobernadores en Palacio Nacional para estar cerca del Presidente y escuchar, a través de terceros, sus peticiones, sus deseos.
Los opositores, por supuesto, se preguntaron una y otra vez: ¿y si se muere?, deseando que, por las buenas o por las malas, López Obrador abandone el poder para retomar las riendas del país.
Lo cierto es que este país vive, padece un auténtico caos con esta clase gobernante que miente, que engaña y que no para de alterar la realidad, pensando única y exclusivamente en sus intereses de grupo, en sus cotos de poder.
GOTITAS DE AGUA:
¿Hasta cuándo los mexicanos tendrán la suficiente inteligencia, capacidad y responsabilidad de elegir gobernantes dignos, serios, honestos, veraces, incapaces de montar teatros políticos que lo único que provocan es inestabilidad a la República?
Ya se acerca el año en que los mexicanos tendrán que tomar la decisión de mantener o de cambiar el rumbo político. Que todo sea para el bien de nuestros hijos, de nuestras familias.
Por lo pronto, nos congratulamos que el Presidente de la República haya aparecido de nuevo públicamente, tranquilizando a la nación, porque eso le dará un segundo aire a los mercados, a este país que lo único que pide es estabilidad y desarrollo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el próximo Martes”…
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