La pandemia de la corrupción desde la óptica de la cuarta transformación

Cuando el Sub- Secretario de salud López Gatell hizo el anuncio que a los pobres y a los honestos el COVID no los tocaría, pasé largo tiempo meditando en qué lugar estaría mi persona colocada.

En noviembre del 2020 tuve la respuesta, al caer gravemente enfermo en compañía de mi esposa y casi nos cuesta la vida.

Mi hogar fue víctima de la deshonestidad y la corrupción.

Ese calificativo lo impuso la clase gobernante.

En automático pase a formar parte de la clase pudiente y corrupta y de ahí que llegara esa pandemia sin pedir permiso.

Más de 20 días al borde de la muerte, hasta que el perdón divino nos cobijó en su bondad y pudimos salir de la barranca.

El presidente de México y su gabinete totalmente a salvo por estar cubiertos con los ropajes de la moralidad y trasparencia de alma.

Viví engañado vilmente por algún tiempo.

Pero sucedió lo increíble:

Andrés Manuel López Obrador también se convirtió en estadística del COVID. La venda de mi inocencia se fue deslizando hasta caer en el piso y pude reflexionar en forma más científica para entender que también nuestro presidente era un enfermo y que su coraza de honestidad fue vulnerada.

El poderoso satanás ganó la batalla a nuestro creador e infecto al hombre “más puro” llegado al gobierno de México.

Mi asombro no tuvo limitantes. Mi dogma fue atacado por varios flancos hasta desnudar en mi cerebro una verdad diferente en torno a la deidad de Tabasco.

La honestidad vencida y humillada.

La realidad se hizo patente y entendí que mi persona y familia somos de carne y hueso al igual que la máxima autoridad que se encuentra en el poder.

Comprendí para mi tranquilidad que la pandemia no nos marca como corruptos o blancas palomas.

Andrés Manuel López Obrador de nuevo tiene COVID y con esta ya son tres veces las que su decencia es puesta en tela de duda, de acuerdo a los dichos de quién afirmó que a los honestos no los infectaba la pandemia.

El tres veces corrupto de Palacio Nacional puede gritarnos que no somos iguales y tendrá razón.

Me lleva trecho con dos recaídas.

Es dos veces más corrupto que un servidor y me alegra saber que no he llegado a tanto en mis setenta y siete años.

Andrés Manuel levantó hace apenas unos días la bandera blanca para indicarnos que los mexicanos somos libres de la pandemia.

De nuevo mintió nuestro corrupto mandatario.

La pandemia sigue y parece que quiere apretar el paso.

Puros e impuros corren el riesgo de contraer el COVID.

La palabra de Andrés Manuel vale una pura y dos con sal.

A cuidarnos malosos y angelados.

Es pareja la flecha.

Hasta mañana.

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J. Humberto Cossío R.

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