Los viejos somos sumamente peligrosos

Evitaré por todos los medios habidos y por haber enfrentarme físicamente a un joven que evidentemente me superará en habilidades y destreza.

Pero puede darse el caso en que tengamos que defender el honor y la integridad de nuestra familia y dejo por fuera la defensa de nuestro patrimonio.

Si nos asaltan, que se lleven nuestro dinero y ahí para todo.

Pero dañar a nuestra esposa e hijos delante nuestra, es cosa muy distinta y puede dar lugar a diferentes actitudes que normalmente se encuentran escondidas en lo profundo de nuestra conciencia.

Presumir un arma me parece una estupidez.

Amenazar con sacarla por enchílame estos tacos es una idiotez.

Conozco dos que tres que eso acostumbran y los compadezco.

También me hice de la historia de uno de mis colegas que por defender la vida de su hermano accionó el arma y mató al agresor.

Eso lo eleva ante mis ojos y jamás lo pierdo de vista.

Son casos de defensa propia y a esos me refiero cuando hablo de lo que puede hacer un viejo ante el ataque injustificado a su persona o su familia.

Espero que nunca se dé el caso.

Pero puede suceder y flota en el aire ese temor.

Son varios años los que han transcurrido desde la última vez que salí para divertirme en un centro nocturno.

Me sentí amenazado en un par de ocasiones al regreso a casa y tomé la decisión de no seguir poniendo en riesgo mi seguridad.

En casa puedo organizar mi propia fiesta.

Sin dañar a nadie y sin riesgo a ser dañado.

Sin embargo, son tiempos de tensiones y peligros que pueden desencadenar acciones a cualesquier hora y lugar donde nos encontremos.

Es donde las cosas cambian.

No podemos vivir en el encierro permanente y es la calle la que encierra los riesgos.

Soy viejo y no soy valiente.

Espero no verme jamás en la necesidad de defender mi vida o la de mi familia.

Pero repito que puede suceder.

La vejez nos vuelve frágiles pero sabios.

Ya pasaron los tiempos de la impetuosidad y la sagacidad es la que impera en nuestros movimientos.

Lo aconsejable es huir ante el peligro.

Y usar la inteligencia cuando hay que afrontar un hecho de violencia.

Los viejos nos volvemos peligrosos ante el riesgo inminente.

Hacemos que nuestras escasas neuronas rindan al máximo y nos den el mejor camino para enfrentar el momento.

Experiencia y astucia contra la fuerza bruta de la juventud.

Se agazapa el intelecto en busca de la mejor oportunidad.

Nos ayuda el cerebro a guardar compostura.

Pero surge una reacción que nos puede salvar la integridad y que no esperan los que nos tienen en riesgo.

Por eso somos peligrosos los viejos.

Dios me guarde de eventos de esa clase.

Pero puede darse el caso.

Hasta mañana.

Todas mis columnas en: https://altoparlante.com.mx/fax-del-fax/.

 

J. Humberto Cossío R.

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