Pocas herramientas tan efectivas para el desarrollo de la demagogia como la manipulación de la historia. El pasado se convierte en una poderosa veta cuando se le ignora, cuando su conocimiento y el nivel de reflexión se basan en fechas simbólicas que solo son el pretexto para lucir el oropel que se guarda durante todo el año.
No hace falta enlistar los regímenes que utilizaron el pasado, precisión quirúrgica, para consolidar su proyección ideológica y brindarle un mayor peso significativo a cada uno de sus símbolos políticos y a las biografías de quienes ocuparon los nuevos pedestales de su nuevo Olimpo. Y, nuestro país, a lo largo de los años, se convirtió en un terreno fértil y combustible para las ideologías maniqueas e intolerantes.
Poco se puede esperar cuando la amnesia selectiva y la desmemoria de la sociedad son las mejores fichas en el juego de la política mexicana. Se busca desarticular el pasado para lavar el rostro de quienes, no hace mucho, fueron parte “del origen de todos los males”. Mínimas son las expectativas para desarrollar un planteamiento crítico cuando observa el discurso de la historiografía oficial que permeó a lo largo de varias décadas en los salones de clase, los medios de comunicación y en las mesas de generaciones que padecieron el monolítico priismo. Reitero, la amnesia selectiva de los miembros de este gobierno solo ha podido desarrollarse gracias a la desmemoria de una sociedad que parece olvidar el origen de quienes hoy se presumen diferentes.
Y, si faltara algo en este absurdo, basta darse cuenta que el sexenio de Enrique Peña Nieto parece borrado en la memoria histórica del actual primer mandatario. Y no es extraño, de una forma u otra, el aparato del viejo sistema es la estructura que sostiene las promesas que seguiremos escuchando hasta el 2024.
Vivimos en tiempos convulsos, no solo a nivel global, sino también en escala nacional y en nuestra vida diaria. Si bien no es un asunto de magia que, de la noche a la mañana, se pueda modificar de raíz lo que implica la violencia en nuestra sociedad, lo único que ha funcionado a la perfección es la reiteración de un discurso en el que, como una joya de la realidad alterna, el espionaje que tanto se acusó durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, hoy se ha convertido en simples acciones de “inteligencia” bajo el amparo de una calidad moral que tanto se presume.
En ese sentido, las respuestas a los señalamientos del secretario Antony Blinken en las que se niega que el crimen organizado controle algunas regiones del país, es apenas un pequeño hilo del entramado que sostiene una perspectiva que solo creen y aplauden los simpatizantes del actual gobierno. Es curioso que se recuerde aquella frase de “la ropa sucia se lava en casa”, aunque en realidad se escondan el jabón y los detergentes.
Vivir en democracia nos exige pensar en un bien superior, la convivencia pacífica en común. Las democracias parten de un supuesto básico: los ciudadanos deben ser conciencias libres.
Todos tenemos simpatías o antipatías, inclinaciones, debilidades, incluso, en el extremo, fobias, es normal. Pero vivir en democracia nos exige pensar en un bien superior, la convivencia pacífica en común, que solo se obtiene cuando obedecemos las leyes, cuando respetamos a los otros en plena discrepancia, cuando seguimos los dictados de nuestras conciencias.
GOTITAS DE AGUA:
En otro contexto, ¿cómo hacemos para detener la destrucción institucional y atajar la andanada de políticas públicas que lo único que han provocado es un retroceso de todos los indicadores que definen el progreso? El horno crematorio en que la negligencia oficial convirtió el centro de detención migratoria en Ciudad Juárez es la más cruel expresión del peligro de operar cambios en el gobierno sin dominar la administración, impulsar consignas en vez de políticas y confundir voluntad con realidad.
Así como una suma de errores no arroja por resultado un acierto, ir de derrota en derrota tampoco lleva a la victoria. Variado y nutrido ha sido el repertorio de la confusión. Tal como ahora no se distingue a una cárcel improvisada de un albergue provisional o a los zopilotes de los avestruces. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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