Dejar de votar es abrir el espacio a las clientelas electorales y con ellas a políticos oportunistas.
Es fácil moralizar la distinción entre voto de opinión y voto de intercambio. Al primero se le ha llamado “voto racional”, o “voto ciudadano”. Como si el otro no tuviera racionalidad, o negara la condición de ciudadano. Al voto de intercambio se le considera voto clientelar, lo que es correcto, pero tiene un sesgo: el término clientela está cargado de valor negativo.
El voto de opinión está basado en una racionalidad cuestionable. Los ciudadanos, por mejor informados que estemos, estamos lejos de comprender la complejidad de la política. Hay toda una tradición de pensamiento sobre el tema, resumida por Winston Churchill en una frase: “El mejor argumento contra la democracia son cinco minutos de conversación con el ciudadano promedio”.
Un agravante: generalmente ese ciudadano promedio es ignorante de su ignorancia, y cree que su voto es “racional”: bien informado y reflexionado.
El voto de intercambio tiene su racionalidad. La expresó una mujer en una colonia popular, cuando un candidato de oposición les dijo en una reunión que ahora ya sabían que su voto es libre y secreto, y que pueden votar por quien quieran. “Eso siempre lo hemos sabido. El que no sabe es usted. Usted no sabe lo que es ser pobre, vivir en un terreno invadido, sin drenaje ni agua potable”, respondió la ciudadana.
En esa situación, es razonable y racional votar por el partido o candidato que puede ofrecer algo. Y eso no quita la calidad de ciudadana.
Pero sí genera problemas para la democracia. Si las elecciones se deciden por el voto clientelar, la democracia, aun la minimalista, no va a funcionar. La idea es que las elecciones sean un mecanismo de rendición de cuentas, donde la mayoría ciudadana decide quién se mantiene o llega al poder. No hay garantía de que esa mayoría no se equivoque. Pero el mecanismo mantiene activos a los gobernantes para resolver los problemas de la sociedad.
GOTITAS DE AGUA:
Si el voto clientelar es el que decide, entonces los gobernantes se dedican a mantener y ampliar sus clientelas. Su acceso al poder dependerá de su capacidad de intercambio, que puede beneficiar a grupos muy específicos, no a la sociedad en general.
La abstención es generalmente abstención del voto de opinión. Dejar de votar es abrir el espacio a las clientelas electorales. Y con ellas a los políticos oportunistas y ambiciosos. Y eso pudiera suceder en las elecciones intermedias de 2024 en Sinaloa. El voto de opinión pudiera participar poco. Pero las redes clientelares se mantuvieron activas y decidieron la elección. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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