Sobre el Camino

Qué viene en el futuro para la agricultura mexicana

Con una inversión de 16 mil millones de pesos (MMDP), la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), del Gobierno de México, entregará un millón de toneladas de fertilizantes a dos millones de productores para aplicarse a tres millones de hectáreas de maíz y frijol, correspondientes al programa Producción para el Bienestar, durante el año 2023, según Areli Cerón, coordinadora del Programa Nacional de Fertilizantes.

Aplicar fertilizantes se ha convertido en una necesidad prioritaria porque los suelos mexicanos se han empobrecido a una gran velocidad en las últimas cinco décadas, como producto de una cultura productiva marcadamente extractiva y malas prácticas agrícolas que han derivado en erosión, pérdida de rendimientos y capacidad de retención de agua, con lo que también los acuíferos se han disminuido.

Actualmente, si no se fertiliza y no se fumiga contra plagas, no hay cosechas. Pero también, si no se siembran los campos no hay agua en los manantiales, porque la acción de remover la tierra y hacer los surcos permite la captación de la lluvia y su infiltración al subsuelo.

Es un gran acierto que hoy se apoye con fertilizantes para todos los estados del país, entre cuyas ventajas están su rápida respuesta en suelos carentes de nutrientes y, como ya hemos señalado antes, también muy pobres en materia orgánica y microorganismos necesarios para la descomposición de esta. Las malas prácticas productivas han provocado la pérdida de suelo fértil, de materia orgánica y de los microbios que dan vida a las tierras agrícolas.

Sin embargo, entre las desventajas del uso de fertilizantes podrían mencionarse los efectos de salinización, el riesgo de contaminación de acuíferos, la baja eficiencia y la producción de gases efecto invernadero como el óxido nitroso o sulfuroso.

La tendencia mundial va en sentido de recuperar las prácticas regenerativas en la agricultura y transitar hacia los productos orgánicos, libres de agroquímicos.

Es por eso que, agregar materia orgánica a los suelos a través de estiércol de animales, compostas, tierra de hojas o dejando parte de los residuos de las cosechas, son prácticas indispensables, aunque por la pérdida de los microorganismos, éstas ya no son suficientes, se requiere de la adición de biofertilizantes.

Me comentaba reconocido agricultor agrónomo sinaloense, que los biofertilizantes son productos elaborados a base de microorganismos, principalmente bacterias y hongos, que tienen distintas funciones en la planta y el suelo: fijan nitrógeno del aire o ayudan a descomponer la materia orgánica para hacerla aprovechable, mejoran las condiciones para la absorción de los nutrientes, o promueven el desarrollo radicular para máxima capacidad de exploración de humedad.

GOTITAS DE AGUA:

 

En Sinaloa, en el ciclo 2020-2021, en el cultivo de maíz blanco, al comparar el uso de 400 kilos de amoniaco por hectárea contra solo 100 kilos más de biofertilizantes, los rendimientos de grano fueron de 10.41 toneladas por hectárea contra 12.2 toneladas por hectárea, y las utilidades de 31 mil 500 pesos y 43 mil pesos por hectárea, respectivamente.

Por todo lo anterior, fertilizantes, biofertilizantes y agricultura de conservación son el futuro de la agricultura para el bienestar y la seguridad alimentaria de México y del mundo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…

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Benjamín Bojórquez Olea

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