Expresión que denota el grado de inopia, o de jodido del bolsillo para que mejor me entiendan y no tengan que consultar el diccionario.
No llevo la cuenta de las veces que la ruina me ha obligado a lanzar al aire esa expresión y hay tantos en las mismas condiciones, que el eco camina velozmente a través de montañas y valles de todo el planeta.
No es vergüenza andar con los bolsillos sin marmaja.
Se puede acudir a los habituales lugares de la reunión y expresar que el estomago y la garganta no andan bien para no pedir café o desayuno.
Los maliciosos no se tragan el pretexto.
Las miradas se cruzan en señal de que el olor a piojo se encuentra presente sobre la mesa y las sonrisitas irónicas se dibujan en los picarescos rostros.
Ni hablar del peluquín.
Vergüenza es robar y que lo miren.
Lo bueno que nada es permanente y además es cambiante.
Los que hoy lucen cargados, mañana andarán más exprimidos que un limón de birrierías y así brinca el piojo con singular alegría de pantalón en pantalón.
Los compromisos no se cumplen por bribonada o ruina.
Ambas cosas producen el mismo efecto.
Les cuento que:
Jamás fui un “as” en el futbol organizado de mis tiempos y aunque jugábamos careadas contra los mejores de aquellos años, nunca tuvimos el lugar privilegiado de la primera fuerza.
Pero aclaro:
El futbol de plazuela, con pelota de plástico, nos dio la oportunidad de destacar y nos partíamos la madre contra cualquiera.
Leonel Messi o Cristiano Ronaldo, nos hubieran dado bola a la plebada que corríamos de un lado a otro tratando de meter la bola entre el hueco de las bancas que servían de portería.
Iban de por medio los refrescos y las coyotas del capi, o las tortas del Juan y era preferible que nos hospitalizaran a perder la apuesta.
La ruina estudiantil siempre presente.
Los que tenían la lana apostaban en nuestro favor.
Alma, corazón y bofe quedaban encima de los mosaicos y perder el partido era casi como dejar la vida en la plazuela Rosales.
No había otra que ganar- ganar.
Perder significaba hambre.
El piojo estudiantil siempre presente y no da vergüenza decirlo.
Los que nacimos pobres gozamos de nuestros recuerdos y aunque seguimos formando parte de la sociedad “pipitoria”, ya no es tan recurrente esa calidad y ahora tenemos mejores armas para defendernos de piojos y liendres.
Así que:
Cuando alguien no asiste al desayuno, o asistiendo aduce dolores de garganta y estomacales para no pedir, seguro que amaneció siniestrado del bolsillo y no quiere exponerse a la vergüenza de no ser invitado por alguno de los presentes.
Que viva el piojo y sus familiares las liendres.
Que nada nos arredre y que nuestras banderas “pipis” ondeen por los campos de batalla sin rendición alguna.
La ruina es fortaleza y engrandece el espíritu.
Que nada nos detenga.
“Que viva el piojo, que viva el piojo, que viva el piojo”
Hasta mañana.
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