Sobre el Camino

La forma es fondo…

De aprobarse el Plan B, la consecuencia es la desconfianza en los resultados de la elección de 2024.

Hacia 1996, cuando se hablaba del presupuesto del entonces IFE, alguien preguntó si la democracia debía ser tan cara. La respuesta fue que no era el costo de la democracia, sino de la desconfianza.

Un país donde los fraudes electorales (los votos no se contaban, “se administraban”) eran frecuentes, había generado la desconfianza de muchos. Había que crear “candados” para evitar los fraudes en sus diversas formas y generar confianza en los resultados de nuestras elecciones.

El presidente López Obrador acusó la semana pasada al INE de rellenar urnas y alterar actas electorales. No lo podrá demostrar. No en el grado adecuado de generar un fraude generalizado.

Si hubiera fraudes generalizados, ¿cómo explicar los numerosos triunfos de Morena? Ese argumento difícilmente va a prosperar, salvo en las personas dispuestas a creer todo lo que diga el presidente. Entonces la narrativa a favor del “Plan B” para la reforma electoral se irán por otro lado: el alto costo que actualmente tiene el organismo electoral.

Una de las primeras medidas del IFE ciudadanizado en 1996 fue crear un sistema electoral profesional. Un sistema donde los funcionarios tuvieran una lealtad clara hacia su institución y los objetivos de la misma: organizar elecciones democráticas.

Un servicio profesional electoral, como todo servicio civil profesionalizado, es caro. Pero, bien diseñado, vale lo que cuesta. Es parte del entramado que ha permitido la alternancia en tres elecciones presidenciales y en numerosísimas elecciones legislativas y locales.

Sin duda el costo de las elecciones podría disminuirse. Pero para hacerlo sin generar desconfianza en los procesos electorales habría que hacerlo con bisturí, después de un análisis a fondo con los que saben de eso, que son los integrantes del INE, los partidos políticos que han participado en la organización de las elecciones y los académicos que han investigado el tema.

Es decir, hacerlo como se hicieron las reformas electorales progresivas en el país. La actual, en contraste, es una propuesta de reforma sin participación, sin discusión, sin interés de generar consenso. Impuesta de arriba hacia abajo y en la madrugada. La forma es fondo.

GOTITAS DE AGUA:

A mi juicio, si se llega a aprobar el Plan B, la consecuencia ha sido ya prevista: desconfianza hacia los resultados de la elección de 2024Volver al país de los años ochenta“Si cierran la puerta, apaguen la luz”. Nos vemos el Lunes”…

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Benjamín Bojórquez Olea

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