La simulación y el descaro, en lugar de capacitación y compromiso ético. Esa es la cuestión.
Definitivamente los partidos, todos, están muy por debajo de las aspiraciones y merecimientos de la sociedad mexicana.
Una revisión somera deja ver en el panorama cromático político del país muchas semejanzas, o dicho de otra manera, pocas diferencias entre los partidos.
Por un lado, vemos las mismas caras. Sinaloa no es la excepción. Personajes que ya han pasado por cargos públicos y han salido con resultados negativos, pésimos en algunos casos, y sin embargo insisten.
Rostros, trayectorias y famas públicas que han salido manchadas por la corrupción o la ineficiencia. Algunos ejemplos hay en que tales historias de vida se han ventilado en los medios con información punible. Y vuelven a la escena.
Con una mínima curiosidad o elementales inquietudes de investigador, cualquier persona encontrará los mismos resultados en todas las direcciones. En el mejor de los casos se encuentran con un desempeño gris, o francamente mediocre.
En otros, con antecedentes de haber usado el puesto o cargo para el enriquecimiento fácil. Resultado: el cinismo. Y esto caracteriza todos los niveles de la pirámide del poder.
Lo más común en los años recientes ha sido el transfuguismo. Saltimbanquis que de la noche a la mañana se cambian de partido como calzones, y aparecen en otras trincheras levantando el dedo o abiertamente ocupando posiciones fruto de un dedo benefactor de similar origen.
Después de la crisis partidaria que hemos visto en el país a lo largo de varias décadas, y que se refleja en una muy pobre credibilidad y confianza en los partidos y bajos índices de votación, la sociedad esperaría que ellos fueran los primeros en cambiar.
Es decir, que se diera una mutación embrionaria de fondo. Que sus dirigentes o representantes, con un mínimo de conciencia de la realidad y propósito reformista, realizaran un sacudimiento integral para conformar cuadros de militancia y mando en sintonía con los valores que la sociedad reclama.
Hace muchos años, los partidos, la mayoría, tuvieron eficaces centros de capacitación. Organizaban cursos, seminarios, escuelas de formación de militantes, inclusive exámenes para evaluar el nivel de sus integrantes.
Era común saber de catedráticos talentosos contratados en las escuelas partidarias; había textos obligatorios en tales centros de capacitación, y emergieron no pocos militantes o dirigentes con un aceptable grado de desempeño político, fruto de su vocación y formación en los referidos centros educativos.
Inclusive, se tiene referencia que, en la actualidad, dentro de las prerrogativas que reciben los partidos, hay recursos destinados a tales fines. Pero, o se malversan y desaparecen esos presupuestos en provecho de las cúpulas partidistas, o sencillamente se dedican a otras labores y para nada a la capacitación.
Resultado: vulgares chambistas, apadrinados por las élites, o beneficiarios de las inamovibles estructuras que se han enquistado en las dirigencias, saltan con voracidad inaudita a los cargos públicos de los tres niveles. Repito, Sinaloa no es la excepción.
Al llegar Morena al poder, tanto en México como Sinaloa, se esperaba que, puesto que enarbolaba la bandera de la transformación y el cambio real, empezara precisamente por ahí, por la renovación intestina, por la oferta de un nuevo producto político alineado a los anhelos de la exigente e insatisfecha sociedad del México contemporáneo.
GOTITAS DE AGUA:
En conclusión: la calidad de las dirigencias de este partido en todos los niveles es muy deplorable. Puede haber excepciones, es cierto, pero esa clase de militantes, con formación, vocación y compromiso, no reciben la oportunidad que merecen o incluso son rezagados por envidias, prejuicios, o por el imperio de las camarillas que se han apoderado de las estructuras de mando.
Esto ha originado, en el caso extremo, que esta nueva organización partidaria integre sus filas o proyecte a cargos, a elementos nocivos, mediocres o destripados de otras organizaciones peores. Y si eso sucede en el partido mayoritario, en el resto están peor. No se han sacudido los cacicazgos succionadores del presupuesto.
Mismas caras, elementos adocenados, trepadores descarados, profesionales del cinismo que socaban diariamente los sueños de la sociedad. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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